"Siempre tengo la sensación de que se fue Stroessner, pero no el 'stronismo'" dijo Encina.
Casi tres décadas después de la caída del dictador, en Paraguay se mantiene intacto el aparato político, económico e institucional que rigió durante los 35 años de Gobierno de facto, según la cineasta.
La obra está elaborada a partir de los testimonios de los tres hijos y de la viuda de Goiburú, así como con grabaciones de delatores recogidas durante la dictadura y recuperadas por Encina.
Los testimonios se intercalan con imágenes actuales de niños jugando en un lago en la región del Chaco (oeste) y material de archivo, como fotografías familiares y documentos de la dictadura sobre Goiburú y el seguimiento que hacían las autoridades del acérrimo opositor al régimen.
Goiburú fue el enemigo público número uno de Stroessner, a quien intentó asesinar en más de una ocasión.
Tras varios meses desaparecido, fue trasladado a una dependencia policial en Asunción, de donde se escapó en diciembre de 1970.
Luego de un período exiliado en Chile, en 1974 Goiburú planificó un atentado contra Stroessner, que terminó descubierto por la Marina paraguaya.
El 9 de febrero de 1977 fue secuestrado por agentes argentinos y paraguayos, y desde entonces está desaparecido.
El diálogo con los hijos de Goiburú, de quienes solo se escuchan sus voces, delineó la estética del documental, en el que también esos niños, cuyas identidades desconocemos, cobran protagonismo.
"Yo lo único que sentía es: 'estoy frente a la historia de la humanidad; estoy frente a la historia de Agustín, es cierto, pero estoy frente a la condición humana'", agregó.
Nacida en 1971, Encina vivió su infancia y adolescencia en dictadura, pero además sintió "muy de cerca" el régimen por la peripecia de su padre, un abogado opositor que estuvo "dos veces exiliado" y "varias veces preso", relató.
"Siempre vivimos cerca de los dos centros de detención más grandes en el centro (de Asunción); mi mamá vive hasta hoy ahí; vivíamos a 10 cuadras de uno de estos centros y a tres de otro; y mi padre era abogado, entonces siempre acudían a mi padre; esos gritos a la madrugada, esa cuestión de tener siempre un guardia enfrente era tan común para mí: fue algo que me tocó muy de cerca", rememora.
"Decir que ya puedo tomar una distancia y pensar que los malos fueron buenos y qué razones tuvieron ya no me interesa, no hay cabida. Lo pensé en un momento: es un error darles las palabra, porque la tuvieron siempre", reflexiona.
Encina asegura que le "cuesta todavía" utilizar el término "democracia" para referirse a la situación actual de su país, ya que cree que Paraguay no puede hacerse cargo de lo que ocurrió durante los 35 años de la dictadura de Stroessner.
"No es una dictadura que esté sentenciada, en el sentido de que no hubo juicios, entonces al no haber mandado a la cárcel a una cantidad de gente que tendría que haber estado (presa) es algo como que quedó, que pasó, si querés te acordás, si no querés no te acordás", se lamenta Encina.
Si bien hubo algunos torturadores que pasaron por la prisión o que aún lo están, "las figuras emblemáticas" quedaron impunes, afirma.
La propia figura de Goiburú sigue generando polémica y rechazo.
"Es una figura muy conocida, pero nadie quiere hablar de Goiburú; hay un miedo enorme a hablar de él", sostiene la autora, quien sufrió en carne propia ese temor al presentar su documental en Paraguay.
"En Paraguay tuvo muy poca circulación; solo un cine (la proyectó) durante siete días, nada más", cuenta.
Se estima que la dictadura de Stroessner asesinó entre 3.000 y 4.000 opositores.