Avi Gabbay, de 50 años, tiene la misión de resucitar una formación que en las últimas elecciones obtuvo 24 escaños dentro de la coalición el Campo Sionista, y que los sondeos que se han realizado en los últimos días apenas le atribuyen un puñado de diputados.
Nacido en Jerusalén de una familia de inmigrantes marroquíes, Gabbay es un hombre que se ha hecho a sí mismo en condiciones adversas hasta llegar a ser uno de los ejecutivos más cotizados de Israel. Reside en Tel Aviv junto con su esposa Ayelet y sus tres hijos.
Estudió economía en su ciudad natal, trabajó para el ministerio de Finanzas y entró luego a trabajar en Bezeq, la mayor empresa de telecomunicaciones del país, de la que fue gerente durante siete años, hasta 2013.
Solo un año después dimitió del gobierno por discrepar de Netanyahu y poco después ingresó en el partido laborista. Apenas unos meses más tarde, en marzo de 2017, anunció su intención de participar en las elecciones para la dirección del partido.
Como gerente de Bezeq despidió a un gran número de empleados al tiempo que engrosaba su propia cuenta bancaria con millones de shekels, los suficientes para tener garantizada una existencia cómoda toda su vida.
Algunos de sus amigos y colegas han dicho que logró que Bezeq fuera una empresa más eficiente. Lo mismo esperan que haga con el partido los votantes laboristas que le han votado.
La semana pasada su madre explicó al Canal 2 de la televisión hebrea que toda la familia —incluidos los siete hermanos de Gabbay— era del Likud porque quienes los acogieron cuando emigraron desde Marruecos les dijeron que debían votar al Likud.
Gabbay sirvió en el ejército en una unidad de inteligencia, como tantos otros judíos oriundos de países árabes que hablan la lengua del enemigo, y alcanzó el rango de teniente.