"Cuba aplica el 40 por ciento de sus técnicas nucleares en beneficio del ambiente, y son herramientas insustituibles para lograr una buena gestión ambiental y para mejorar la calidad de vida de las personas", dijo Rodríguez, a cargo del pabellón de la Aenta en la expoferia Cubambiente 2017 que se desarrolla en el Palacio de las Convenciones de La Habana en el marco de la Convención Internacional Medio Ambiente y Desarrollo.
Rodríguez describió como un servicio científico-técnico muy valioso para la economía nacional el análisis químico y microbiológico sobre la calidad de las aguas que se brinda desde hace años.
"La vigilancia radiológica ambiental es otro factor de importancia porque con esto se controla la calidad del aire en una isla muy próxima a las centrales electronucleares de Estados Unidos, desde donde cualquier accidente nos puede perjudicar", dijo.
Según la fuente, otras aplicaciones se destinan a evaluar la sostenibilidad de los recursos hídricos, su movimiento y orígenes, así como para determinar la erosión de los suelos y con esa información lograr un mejor uso de las tierras.
Cuba emplea el 60 por ciento de sus técnicas nucleares en función de la salud pública, por lo cual resulta fundamental la gestión de los desechos peligrosos derivados de estas aplicaciones en los diagnósticos y la lucha contra el cáncer.
En el pabellón de la Aenta resalta el Premio Nacional otorgado por la Academia de Ciencias de Cuba y un reconocimiento especial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente al monitoreo de la calidad del aire mediante técnicas nucleares y conexas a partir de un biomonitor ambiental.
"Se trata de un resultado importantísimo con el cual se pudo caracterizar la contaminación de diferentes municipios de La Habana", explicó.
En esa investigación fueron empleados por primera vez en Cuba líquenes como biomonitores para estimar las concentraciones de metales pesados, como aluminio, bromo, calcio, cadmio, cobalto, cromo, cobre, hierro, magnesio, manganeso, sodio, níquel, plomo, estroncio, vanadio y zinc, en el aire de la capital entre 2001 y 2010.
"La novedad del trabajo consiste en el empleo, por primera vez en Cuba, de líquenes como biomonitores para estimar los niveles de deposición atmosférica de metales pesados, así como la implementación, desarrollo y validación de metodologías para la determinación confiable de un total de 16 elementos químicos en las muestras", resaltó.
Este trabajo también propició por primera vez la utilización de las relaciones isotópicas del plomo, obtenidas por espectrometría de masas para identificar el origen de la deposición atmosférica de este metal.
Avalaron esta investigación una tesis doctoral en ciencias químicas, una maestría y dos de grado universitario, así como 12 publicaciones científicas en revistas nacionales e internacionales y en eventos científicos.