Es de ingenuos pensar que el programa de espionaje Pegasus, adquirido en el 2011 por la Procuraduría General de la República (PGR), el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) y la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) a la empresa israelí NSO Group, solo serviría para el combate legal del crimen organizado.
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Me resulta una ingenuidad similar a la del exmandatario mexicano Vicente Fox en abril de 2002, cuando se enteró 'a la brava' de que su conversación 'privada' con el presidente cubano Fidel Castro, previa a una cumbre presidencial convocada en marzo por la Organización de las Naciones Unidas en la ciudad de Monterrey —el famoso "comes y te vas" que en realidad fue "me acompañas a la comida y de ahí te regresas"—, había sido grabada por el servicio secreto de Cuba y difundida 'urbi et orbi'.
Juego de poderes
En México, la divulgación de conversaciones telefónicas grabadas ilegalmente es una práctica de vieja data. Hacia finales del año 2000, en un noticiero de Televisa, se difundió un audio en el que Raúl Salinas de Gortari, hermano del expresidente Carlos Salinas, comentaba que iba a aclarar "de dónde salieron, quién era el intermediario, para qué eran y dónde fueron" los fondos cuya posesión lo había llevado a la cárcel por enriquecimiento ilícito.
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En mayo de 2015 se dio a conocer una conversación del consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, en la que se burlaba de la forma de hablar el español de un líder indígena. Apenas si son cuatro ejemplos, que aparte del daño puntual que procura la revelación, demuestran que ésta constituye por sí misma una estrategia destinada a que la gente conozca que puede ser espiada y que se preocupen quienes deban preocuparse por ello, no una falla criminal en el entramado de los servicios de inteligencia mexicanos.
Garganta profunda
Al periodismo y el espionaje los emparenta la necesidad de información. En el primer caso para divulgarla, en el segundo para usarla según se necesite, valga la perogrullada. Las preguntas que se hace un periodista inmerso en una investigación —qué, cómo, dónde, cuándo, quién, por qué, para qué— son las mismas que en esencia sirven para configurar el llamado 'ciclo de Inteligencia': 'planeación, recolección, procesamiento y análisis, difusión y explotación, retroalimentación'. Solo que el periodista trabaja a la luz del día y el agente de inteligencia desde las sombras.
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Si el asesinato de periodistas es una tragedia en el México contemporáneo, la ingenuidad externada por muchos articulistas ante el hecho de que se les espíe bordea la comedia. Más que la confrontación mediática de denuncias y negaciones, los periodistas mexicanos, como hicieron los colegas estadounidenses, deben encontrar a su Garganta profunda si quieren que las acusaciones de espionaje vayan más allá del temporal escándalo mediático, un Garganta profunda que aporte las pruebas irrefutables de un delito del que hoy apenas si se conoce el nombre mítico del arma utilizada. Y ya se sabe: "la culpa del crimen nunca es del cuchillo".
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK