"Cuando decidieron ser sede (del mundial) sabían que lo iban a hacer; no fue una sorpresa, porque el ruso es así: cuando decide hacer algo lo hace y lo hace bien", aseguró el delantero.
Según el deportista, quien jugó en Rusia entre 2003 y 2012, y visita con frecuencia el país, los organizadores tienen todo encaminado para que la Copa del Mundo sea un éxito.
"La mayoría de los estadios ya están listos y los van a testear ahora en la Copa Confederaciones", dijo Bracamonte y recordó que en Brasil, país sede del último mundial, disputado en 2014, "hubo estadios que no se terminaron de hacer".
Para el país organizador suele ser una suerte de ensayo general del mundial, cuya próxima edición se disputa entre el 14 de junio y el 15 de julio de 2018.
Los rusos "van a ser de los más preparados para recibir lo que se viene; no creo que fallen", aseguró Bracamonte.
25 palabras
Llegar a ese país desde Argentina, y luego de jugar en un club tan popular como Boca Juniors, fue un fuerte impacto, cuenta Bracamonte, donde era conocido como "Bracagol".
"Yo llegué a Rusia cuando todavía estaba la guerra con Chechenia, cuando todavía había peligro, donde se veía mucha presencia policial en las calles (…) un lugar donde el idioma es totalmente diferente; todo se hace mucho más hostil", recordó el jugador.
Por más que se trate de un deporte universal, el idioma siempre es una barrera que los jugadores deben superar cuando llegan a un equipo de otro país.
Las situaciones, sin embargo, no siempre son traumáticas.
"Me bajé un curso por internet y me puse a estudiar, sobre todo las palabras de fútbol; la primera semana me aprendí 25 palabras de fútbol, entonces después que en un partido le dije a uno que le llegaba alguien (del equipo rival) de atrás, él resolvió la jugada, se dio vuelta y me empezó a hablar como si yo fuera un ruso más.
Las ganas de progresar primaron y a los pocos meses el jugador entendía y se hacía entender sin problemas.
"Fui con ganas de aprender y a los cuatro meses ya me manejaba como me manejé al final de los nueve años", explicó.
Convivir con el desarraigo
La llegada al equipo de Terek Grozny, de Chechenia (república de la Federación Rusa), fue un nuevo sacudón cultural, "otro idioma, otra raza, otra religión", recuerda el delantero argentino, quien sin embargo asegura que fue "una experiencia muy linda", en la que aprendió "un montón de cosas".
Para cuando Bracamonte llegó al equipo ya había finalizado la guerra entre Rusia y los separatistas chechenos, pero las tensiones aún no se habían disipado del todo.
"No tuve por ahí la experiencia de estar muy cercano al tema de la guerra, pero sí había problemas, había separatistas, atentados, entonces obviamente que esos miedos, esos cuidados, los teníamos, más allá de que nosotros salíamos por la ciudad e íbamos a comer a restoranes sin ningún tipo de problema", explica el deportista, quien vivía con su esposa y su hija, entones una niña.
Fue en ese episodio cuando la distancia de la familia, los amigos y el propio país, se hizo más difícil de sobrellevar.
"Se me pasó por la cabeza: "¿tengo la necesidad de estar jugando con esto?" Yo estuve dos años en Chechenia y después no terminé renovando, cuando la gente me quería y la verdad me hubiese gustado quedarme, pero por ahí no valía la pena arriesgar cuando se podía seguir jugando al fútbol en otro lado y hacerlo de buena manera. Lo hice con mucho dolor, yo quería y quiero mucho al club", cuenta el jugador.
En Rusia, Bracamonte jugó en el FC Moscú (2003-2009), el Terek Grozny (2009-2011) y el FC Rostov (2011-2012).
En total disputó 202 partidos y anotó 50 goles.
Actualmente dirige una de las categorías juveniles de Boca Juniors, y es dueño de un bar de blues en Buenos Aires (Balcón de Blues), donde despunta su otra gran pasión: la guitarra.