Una rosa ecuatoriana puede tener una vida promedio de cuatro semanas desde su cosecha, pero eso es posible porque la floricultura de exportación de este país trabaja como un "reloj suizo" y se vale de unas condiciones geográficas y climáticas excepcionales.
El sol del Ecuador
"El Ecuador tiene exposición solar entre 10 y 12 horas al día, eso es bastante bueno porque tienes 365 días al año para producir", explica a Sputnik el presidente ejecutivo de la Asociación de Productores y Exportadores de Flores (Expoflores), Alejandro Martínez.
Las condiciones agrícolas, así como las altitudes por encima de los 2.800 metros otorgan a las flores ecuatorianas una calidad superior a las de sus competidoras directas, Colombia y Kenia.
Así, la producción de rosas es constante y las plantas reciben rayos de luz perpendiculares, por lo que sus tallos crecen rectos son más anchos y más largos y tienen botones más grandes.
Las rosas de Ecuador no se distinguen sin embargo por su cantidad, sino por su calidad.
Mercado de exclusividad
"Hace unos 20 años se tomaron dos direcciones distintas en la floricultura: una hacia la productividad y otra hacia la exclusividad, y Ecuador optó por la segunda", señala.
Las flores que crecen sobre los 2.800 metros se nutren y desarrollan mejor, lo que a la vez permite producir distintas variedades de rosas que terminan siendo bastante exclusivas.
Los floricultores han apostado a la calidad antes que al mercado masivo, por ello "el gran grueso del Ecuador está enfocado en moda en un 60%", explicó.
Reloj suizo
Esta estrategia llevó a las empresas nacionales a trabajar como un "reloj suizo", mejorando sus técnicas e innovando en sistemas de riego, de nutrición y de temperatura, pues cada planta tiene una medida exacta de fertilizante y de agua que debe recibir.
"El truco para que la flor dure tanto no es el empaque; es el cultivo, la cosecha, la poscosecha, la forma de empaque, el trabajo de frío que se hace hasta el avión, la logística (…) es todo un proceso en el que no puede fallar nada", anotó el ejecutivo.
Por otra parte, los cultivos de rosas rotan anualmente en un 10%, cambiando las variedades.
A esto se suma la técnica de corte, una habilidad que desarrollan las cortadoras de flores que requiere cierto nivel de especialización, por lo que las empresas retienen al máximo a su personal.
Otro asunto que funciona es satisfacer a los compradores, pues los productores cumplen con "todas las exquisiteces que el cliente requiere, algo que no pueden hacer quienes se dedican a la producción masiva".
La cambiante moda
Existen 400 variedades de rosas en una gama que incluye bicolores, rojos, blancos, lavandas, rosados, amarillos, naranja y un largo etcétera.
Los floricultores también deben adaptarse a las preferencias de distintos mercados, que están marcadas principalmente por los hábitos.
En Europa, en cambio, los consumidores tienen más costumbre de comprar flores como parte de su rutina y el mercado por ocasiones es menor.
En Rusia existen picos marcados, el Día de la Mujer y el Día de la Maestra, que "son ocasiones muy fuertes de consumo", dijo Martínez.
El comprador ruso, observó, "tiene tendencia a comprar de forma más sencilla pero única".
Se trata, explicó "de un detalle que tiende a ser espectacular, por eso buscan tallo grueso, que la rosa este abierta, que el botón sea grande, vistoso (…) esa simpleza tiene que verse muy bien", anotó Martínez.
Estos cultivos se concentran en la provincia de Pichincha (norte), según información de ProEcuador.
El destino principal de las rosas ecuatorianas es Estados Unidos, con una participación del 41% del mercado, seguido de la Unión Europea, con 21%, y de Rusia, con 17%.
En 2016, Ecuador exportó 110.000 toneladas de rosas frescas por valor de 601 millones de dólares.