"En esos barcos hundidos se hallan las vidas cotidianas de los navegantes, elementos que reflejan el tipo de zapatos que usaban, las biblias que leían o los ídolos que adoraban (…) es el museo más grande del mundo y su valor es incalculable porque de esos elementos también proviene nuestra identidad", señaló Amador.
El especialista, fundador y presidente de la fundación OLAS (Latin American Underwater Alliance), explicó que en esos elementos se observa el comportamiento humano a través de diferentes épocas y regiones del mundo.
"No solo es que hay miles de barcos hundidos, sino miles de (materiales) desconocidos que nos pueden brindar nueva información para que podamos escribir nuestra historia con mucho más detalle", añadió Amador, quien este semana se encuentra en Uruguay para impartir un curso a profesionales involucrados en la protección y estudio del patrimonio cultural sumergido.
América Latina y el Caribe es una de las regiones con mayor número de barcos hundidos en sus aguas debido a que se encontraba en el núcleo del tránsito del comercio naval durante los siglos del proceso de colonización, riqueza arqueológica que se ve amenazada por los cazatesoros.
"El verdadero enemigo de los arqueólogos, y del pueblo, son los cazadores de tesoros, porque le dan una equivalencia monetaria a un valor cultural y eso no es compatible", señaló el especialista.
Es que en los naufragios existen activos intangibles cuyo "valor es incalculable", insistió.
Además de las malas prácticas de los cazadores de tesoros, el patrimonio sumergido también se ve perjudicado por factores como la extensión de las ciudades.
Ese paisaje cultural bajo el agua "se pierde por las extensiones costeras y de ciudades, por la construcción de muelles y la apertura de canales; son cambios que realizados por el hombre sobre la costa", explicó Amador.
Además, el cambio climático afecta la preservación y conservación de este material, pues está cambiando la temperatura de los mares, generando cambios físico-químicos en las aguas y creando condiciones para eventos climáticos más severos, como los huracanes.
Avances
Sin embargo, el arqueólogo destacó algunos avances que se han producido en los últimos años en las técnicas y métodos que han permitido "saber cómo interactuar ante el descubrimiento de un objeto submarino para que pueda ser ubicado y documentado" correctamente.
"Antes se sacaban primero los objetos y eso ha cambiado; ahora primero queremos estudiarlo para saber qué tipo de conservación va a necesitar, nos aseguramos de que el contexto nunca se va a romper", explicó Amador, cuya fundación se encarga de realizar instrucción de buceo adaptada a la región, debido al tipo de aguas y naufragios, y talleres de fotogrametría subacuática.
Además de fortalecer el trabajo de los profesionales del sector para evitar la destrucción del patrimonio hundido, también resulta fundamental que desde la educación se transmita que "la ciencia y la tecnología son herramientas que permiten observar y valorar nuestro pasado".
"Si vendemos nuestro pasado, no se recupera", pero si se protege "tendrá un valor porque es para siempre y existirá un vínculo con el pueblo", manifestó Amador.
El experto también reconoció que los arqueólogos deben "comunicar mejor" sus descubrimientos.
Cifras
En los mares de la región, donde se calcula que hubo más de 100.000 naufragios, se encuentran sobre todo galeones de guerra y mercantes, y sus cargas pueden incluir cobre, bronce, cerámicas y artefactos bélicos, entre otros productos.
"Solo en Uruguay hay 1.600 naufragios documentados" y por el tipo de aguas que tiene este país aún se pueden ver partes de algunas naves intactas, lo cual "es un milagro", concluyó Amador.
El curso impartido por la Fundación OLAS esta semana en el balneario de Punta del Este (sudeste) contó con la participación del Sistema Nacional de Museos del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay.