Muchos analistas e inversores occidentales en principio se mostraron cínicos respecto a estos planes; sin embargo, en un área, la económica —especialmente la agricultura y sectores asociados— ya se ha justificado el optimismo.
El año pasado, Rusia se convirtió en el mayor exportador mundial de trigo, con más de 34 millones de toneladas anuales. La producción total de cereales por parte del país eslavo alcanzó un récord de 119 millones de toneladas, lo que es sorprendente considerando que hace tan sólo 15 años Rusia era un importador neto.
El éxito va más allá de los cereales, continúa Buckley. Rusia ha sustituido totalmente las importaciones de cerdo y pollo con producción nacional. Se ha convertido en un importante productor de remolacha azucarera. Asimismo, su producción de hortalizas de invernadero el año pasado aumentó un 30% con respecto al año anterior.
Mientras que la agricultura sigue siendo muy inferior a la producción del petróleo y el gas, el sector ha superado las ventas de armas convirtiéndose en el segundo mayor de Rusia. A juicio del autor, fue la caída del rublo lo que ayudó a impulsar las exportaciones y hacer las importaciones más caras, y no necesariamente el impacto de las sanciones impuestas por ambas partes.
Para el mismo fin puede haber sido introducido el embargo alimentario para productos occidentales por parte de Rusia; los consumidores echan de menos los quesos franceses en los supermercados, pero esto significa que la fabricación nacional de quesos se está desarrollando, admite el autor.
También, el Gobierno ruso aumentó los subsidios a los agricultores y a los fabricantes de maquinaria agrícola; el sector se ha beneficiado de la venta de tierras privadas.
Todos estos desarrollos están ayudando a Rusia a aprovechar al máximo ciertos atributos naturales del país, como la región altamente fértil ubicada en el centro-sur de Rusia, concluye Buckley.