De este modo, los jugadores menos honestos podían ganar más dinero —si mentían—, puesto que ni los otros participantes del experimento ni los investigadores podían ver las combinaciones de dados que sacaba cada voluntario.
En caso de que un voluntario jugara limpio, el número de victorias llegaba hasta 5, siguiendo las leyes de la estadística.
Observando las acciones de los participantes en el experimento y sus reacciones cerebrales, los científicos llegaron a la conclusión de que la corteza dorsolateral prefrontal de este órgano contiene un área especial que se activa en el momento en el que una persona decide actuar con honestidad.
Al mismo tiempo, la estimulación no influyó en las respuestas de las personas más deshonestas del grupo. Según los científicos, estos voluntarios "no presentaban un conflicto ético en su mente, por lo que no reaccionaban a la estimulación y solo seguían haciendo aumentar sus ganancias".
De acuerdo con los investigadores, esta tecnología podría contribuir a la rehabilitación de los delincuentes, así como a la reducción del índice de corrupción en el mundo. Por otra parte, los resultados del experimento ponen en duda el concepto de libre albedrío, puesto que demuestran que la tendencia al delito depende en gran medida de factores biológicos.