El nuevo presidente de Serbia fue anteriormente ministro de Defensa y primer ministro de su país. Aleksandar Vucic, además, es el líder del Partido Progresista Serbio y promete un acercamiento a Europa, a la vez que se muestra partidario de desarrollar las relaciones con Moscú y Pekín.
El nuevo líder de Serbia ha hecho otro gesto inteligente al agradecer especialmente tanto al presidente ruso Vladímir Putin como a la canciller alemana Angela Merkel el apoyo que le han brindado durante la campaña electoral. Esta declaración, según el experto, sitúa a Vucic en una posición equidistante entre Rusia y la UE.
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Las aptitudes diplomáticas que ha demostrado Vucic no dejan lugar a dudas. Por ejemplo, ha evitado hablar de Crimea como si fuera parte de Rusia, algo que es comprensible. Admitir públicamente que Crimea es Rusia provocaría la ira de la comunidad occidental y obligaría al país a olvidarse por un tiempo de su acercamiento a la UE, señala el columnista.
Otro aspecto estratégico por el cual Vucic ha sido criticado con fuerza dentro de su propio país son las relaciones de Serbia con la OTAN, dado que ambas partes firmaron un acuerdo según el cual Belgrado adoptó una serie de compromisos propios de los miembros de la alianza. Los escépticos con la medida dicen que, 'de facto', Serbia se ha convertido en un miembro más de la alianza militar occidental, con todas las obligaciones que ello conlleva, pero sin disfrutar de los derechos.
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Sin embargo, según el analista, Belgrado se mantiene neutral en la polémica de las sanciones antirrusas y se niega a aplicarlas, además de prever colaborar con Rusia.
"La cooperación técnico-militar, comercial y humanitaria con Rusia en Serbia es una de las más altas prioridades. Y no hay signos evidentes de que Vucic someta esta política a una revisión radical", destaca el experto.
Sin embargo, a pesar del descontento de una parte considerable de la sociedad serbia, el curso para unirse a la Unión Europea permanecerá inalterable. Tal vez la adhesión de Serbia a la UE sea vista por la élite política como una garantía para que no se repita la brutal agresión que sufrió el país por parte de la OTAN en 1999.
Por otro lado, entrar en el 'club occidental' suele salir muy caro y, además, el estatus de país miembro puede ser revocado de la noche a la mañana, advierte el autor en conclusión.