La intriga Trump-Rusia ha provocado una ola de elucubraciones que incluso ya apuntan a un escándalo del tipo del Watergate, es decir, aquel que supuso la dimisión del presidente republicano Richard Nixon en 1974. Aquella crisis comenzó dos años antes cuando se descubrió que varias personas habían irrumpido en unas oficinas del Partido Demócrata en Washington.
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El 'impeachment' no significa la expulsión del cargo, sino la acusación y posterior sentencia, lo que conlleva a la destitución. Se fundamenta en actos punibles como la "traición, el soborno u otros graves crímenes y delitos", según recoge el propio texto constitucional.
Experto predice un '#impeachment' contra #Trump https://t.co/0NrlTRytFa pic.twitter.com/KwpBealyl0
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 17 de noviembre de 2016
Las furibundas antipatías que sienten ciertos sectores sociales norteamericanos por el actual inquilino del Despacho Oval han quedado bien patentes en una página de internet que, bajo el nombre de 'Impeach Trump Now', ha recogido ya más de 900.000 firmas en solo un mes. Le acusan de corrupción y aceptar regalos, lo que representaría una violación de la Constitución federal. Se basan en un supuesto conflicto de intereses pues Trump sigue siendo el propietario de un vasto imperio inmobiliario. Al llegar a la Casa Blanca, él renunció públicamente a dirigir las operaciones de sus negocios y las delegó en su familia, pero no se desprendió de sus empresas.
La rebuscada tesis de The Guardian conjetura que la mayoría parlamentaria republicana consentiría la destitución de Trump porque entonces se quedaría al frente del país quien ellos prefieren: el vicepresidente Mike Pence, exgobernador de Indiana y miembro dócil del 'establishment' conservador.
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Además del tradicional método de 'impeachment', existe otra alternativa mucho más truculenta de apartar a Trump del poder. Está reflejada en la vigésimo quinta enmienda a la Constitución de EEUU. Este artículo, aprobado en 1967 tras el asesinato de John F. Kennedy, regula el escenario en el que el presidente es declarado incapaz de seguir cumpliendo sus funciones y deberes. Los protagonistas de este hipotético proceso serían el vicepresidente Pence y los 15 miembros del Ejecutivo o cualquier "organismo que el Congreso haya autorizado por ley" para esta circunstancia. Si Pence y una mayoría de los últimos decidieran que Trump no está en plenas facultades físicas y/o mentales para asumir sus responsabilidades, sólo les haría falta enviar esa información por escrito al líder de la Cámara de Representantes —actualmente el republicano Paul Ryan— y al presidente pro tempore del Senado —actualmente el senador republicano por Utah, Orrin Hatch— y desde ese momento el vicepresidente se convertiría en presidente en funciones.
En ese supuesto, el Congreso tendría que refrendar por mayoría de dos tercios de ambas cámaras la incapacidad presidencial.
El debate sobre el estado psicológico de Trump se está volviendo muy cáustico. Incluso un grupo de 35 psiquiatras, psicólogos y trabajadores escribe que el jefe del Estado ha mostrado signos de "grave inestabilidad emocional" y que ese hecho le incapacita como presidente; otros profesionales mentales son mucho más agresivos y le tachan de narcisista, sádico y antisocial…
Es evidente que la elección de Trump no ha sido digerida por la psique de muchos votantes y representantes demócratas, que empiezan a sufrir una especie de síndrome paranoico, como el que sufrieron los republicanos con Obama durante ocho años.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK