"Una patota vestida de civil acribilló a mi padre y secuestró a mi madre. Mi hermana y yo quedamos en el sitio. Luego fuimos llevadas al instituto Riglos, en la localidad de Moreno, a 80 km del hecho. Estuvimos tres meses secuestradas a disposición del Ejército argentino", dijo a Sputnik la abogada e hija de desaparecidos Yamila Zavala Rodríguez.
El primer día de escuela. La fiesta de quince. El ingreso a la universidad, el casamiento, el nacimiento de los hijos. Todos los momentos que las personas suelen compartir con sus padres, a Yamila se los arrebataron.
"Fue una época muy triste de la Argentina. El Estado, el encargado de cuidarnos fue el responsable de nuestro sufrimiento. Fueron muchos años de impunidad. Recuerdo mis años de escuela sin que se hable del tema. Había otras personas que pasaban por la misma situación. Buscábamos la forma de calmar el dolor. Nos fuimos juntando y a mediados de los 90 iniciamos HIJOS [organización que promueve la restitución de la identidad de los hermanos y familiares secuestrados y apropiados]. Esa instancia nos ayudó a entender por qué habían matado a nuestros padres.
La historia de Yamila es una de las miles sucedidas durante lo que se autodenominó Proceso de Reorganización Nacional, la dictadura cívico-militar que gobernó Argentina desde el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 al 10 de diciembre de 1983.
Durante esos años miles de personas fueron detenidas, torturadas, asesinadas y forzadas al exilio. Organismos de derechos humanos estiman la cantidad de desaparecidos en más de 30.000. Unos 500 eran niños. Muchos de ellos fueron adoptados ilegalmente luego de que nacieran en los centros clandestinos de detención. La organización Abuelas de Plaza de Mayo se dedicó a localizarlos. Al día de hoy 121 nietos fueron recuperados.
A diferencia de muchos hijos de desaparecidos, Yamila nunca tuvo dudas acerca de lo que había sucedido ese día fatídico. Ella había sido testigo presencial de la violencia. Pero con el tiempo ese recuerdo "se alejó". Por eso a los 22 años volvió al sitio para reconstruir la escena.
"Todo estaba igual solo que en una dimensión más pequeña: la calle era muy finita, los edificios parecían mayores, la farmacia que había visto seguía estando ahí. Fue como si no hubiera pasado el tiempo".
Pero hay cosas que la memoria elige olvidar. Una madre de Plaza de Mayo, muy allegada a sus abuelos maternos, quienes la criaron, le contó hace unos años que cuando era chica la visitaba en su casa. Durante esos encuentros solía contarle el episodio, lejos de su abuelo, en la cocina, "como para protegerlo". "Me recordó que cuando me refería al episodio decía que ese día mi papá había quedado ‘lleno de tiros, re morido'".
A pesar de todas las cosas que el terrorismo de Estado le quitó, Yamila conserva una que jamás podrán negar. "A pesar de haber vivido situaciones tan aberrantes pudimos avanzar, desarrollarnos y ser felices. Nadie nos va a quitar la alegría, esa es nuestra venganza".