"Al Gobierno de México le urge más terminar las negociaciones del TLCAN antes de lo comicios presidenciales, no solo porque complica aún más la agenda migratoria y de seguridad, sino porque en México no se sabe quien va ganar la presidencia en julio de 2018", dijo profesor e investigador estadounidense de la División de Estudios Internacionales del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de México.
"Además de las diferencias en los calendarios políticos en las agendas de los gobiernos de ambos países, se suma el tema de las discrepancias de los engorrosos contenidos de la negociación, que van a exacerbar las discrepancias", añade el experto graduado por la Universidad de Berkeley, California, y doctorado por la Universidad de Austin, Texas en Austin.
En ese escenario posible, que cambiaría las coordenadas del poder en México, "podría comenzar a considerarse incluso una ruptura de las negociaciones o que una de las dos partes se retire del tratado comercial", dijo el exdirector de la encuesta de opinión pública "Las Américas y el Mundo" (2013-2015).
El confort de Trump
En el caso de EEUU, ocurre todo lo contrario, porque al presidente Trump y a su secretario de Comercio, Wilbur Ross, no les urge adelantar la negociación.
La razón para que Ross espere que la negociación que comenzará en el verano de 2016 culmine un año después, es "porque antes tiene que desmontar el consenso bipartidista —demócrata y republicano—, que ha dominado tres décadas en el Capitolio orientado hacia la globalización basada en el libre comercio", dice el investigador.
La negociación está prevista para ser lanzada el próximo verano, al cumplirse los 90 días de consultas de ley con los sectores privados de cada país, pero a Wilbur Ross le hará falta la aprobación del Congreso.
No obstante que el presidente Trump cuenta con mayoría republicana "hay una clara diferencia entre el nacionalismo económico proteccionista de Trump y la orientación globalizadora que tiene un sólido consenso bipartidista en el Capitolio de Washington, que antes debe romper, y para eso requiere tiempo", dice Crow.
Los demócratas y los republicanos se subieron juntos al tren de la globalización económica liberal, y si bien los republicanos controlan de nuevo la presidencia con Trump "hay una clara diferencia entre el Partido Republicano y el proteccionismo comercial nacionalista de la Casa Blanca", advierte el autor.
"El consenso bipartidista se puede desbaratar, pero sabemos que ha resistido décadas, mientras la Casa Blanca pasaba de un partido a otro", reseña.
Negociación lenta y compleja
En cuanto al contenido de las negociaciones, a pesar de que se desconocen los detalles "en la cocina de Ross" el tema de mayor vigencia y complejidad es el de imponer eventuales nuevas tarifas aduaneras.
Trump pregona a sus electores su intención de incrementar los gravámenes arancelarios sobre productos mexicanos, sobre todo manufacturas que exportan empresas multinacionales y estadounidense desde México.
"No se pude ignorar que Trump atrajo a un gran número de votantes en los estados que pertenece al llamado "Cinturón Oxidado" (The Rusty Belt), que integran estados como Ohio, Pensilvania y Michigan, donde logró triunfar", advierte el académico.
Por lo tanto, los negociadores "van a tener que abordar el espinoso tema de la mano de obra barata, que permite a las multinacionales exportar productos baratos a los consumidores de EEUU".
"Ese discurso tiene mucha resonancia emocional", por lo tanto Trump está obligado a cumplir sus promesas de campaña para mantener el control del Congreso a finales de 2018, "aunque económicamente el tema sea más complejo".
No es cierto por ejemplo —advierte el experto— que EEUU haya perdido todos los trabajos por culpa del libre comercio del TLCAN.
"Esos empleos se han perdido por el propio fenómeno de la industrialización, sobre todo por la robotización y la automatización de los procesos sofisticados", apunta.
La agenda mexicana
Las negociaciones van a comenzar con posturas muy distantes y ese factor alargará aún más las negociaciones, poniendo aún más nervioso al gobierno mexicano.
Entre los expertos comienza a construirse un consenso de resulta imposible que las negociaciones culminen en diciembre, porque cada uno de los dos gobiernos encara obstáculos internos diferentes ante sus electores.
El excanciller mexicano Jorge Castañeda, y profesor de la Universidad de Nueva york considera que "visto que los plazos de los mecanismos legislativos y jurídicos del Ejecutivo norteamericano son complejos, discrecionales y tortuosos, el secretario Ross puede imponer este calendario —de un año de negociaciones—, aunque no fuera indispensable".
El viernes pasado el diario británico Financial Times dio a conocer que había "una guerra civil dentro de la Casa Blanca entre los nacionalistas económicos y los moderados pro-comercio internacional".
David Crow señala que "un ejemplo más de las complejidades está en las reglas de origen, y en las protecciones salariales que México no pudo garantizar hace 23 años".
Además, está el engorroso tema del medio ambiental, que Trump enfrenta con el escepticismo sobre el impacto del cambio climático, que el expresidente Barack Obama sí aceptaba.
Y en todos ellos, deben participar los sectores privados e inversionistas, tornado las negociaciones extremadamente complicadas, dice el profesor del posgrado del CIDE.
Además, México quiere introducir al acuerdo a sus prometedores sectores de la economía que no existían en 1994: la industria energética, las telecomunicaciones y el comercio electrónico, por ejemplo.
Finalmente, esta complejidad crea otras diferencias dentro del mismo gabinete de Trump y eventualmente entre el gobierno de Peña Nieto y su aliados, en pleno fin de mandato y elecciones presidenciales.
"Las corrientes dominantes del nacionalismo económico en la Casa Blanca —advierte Crow—, se van a trenzar en una controversia con la vieja y consolidada tendencia librecambista y globalizadora, que suscribe buena parte de la élite del Partido Republicano", donde el mejor ejemplo es la texana familia de los Bush"
Para Trump, antes que los asuntos relacionados con la frontera sur, la principal batalla será por abolir el programa social de salud conocido como Obamacare, que puede afectar a más de 20 millones de personas: "Ese asunto y no la negociación del TLCAN será el que determine si renovará o no su mayoría en el Capitolio de Washington", puntualizó Crow.