"Ahora no es el momento", respondió Theresa May al desafío soberanista lanzado el 13 de marzo por la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon.
May se mantuvo tajante en su rechazo del plan independentista del Gobierno nacionalista escocés, pero no bloqueó completamente la iniciativa.
La autoridad en cuestiones constitucionales, incluidas consultas soberanistas, recae en Westminster.
La competencia fue transferida temporalmente a Edimburgo en virtud de un acuerdo alcanzado entre los Ejecutivos central y autonómico para celebrar el plebiscito de 2014.
Entonces, el 55,3% se pronunció en contra de la ruptura de la unión frente al 44,7% que apoyó la independencia, con una participación del 84,59%.
El Parlamento de Edimburgo se pronunciará la semana próxima sobre la petición del Ejecutivo de reabrir los trámites de la autorización de la consulta.
Sturgeon tiene prácticamente asegurada la vitoria en este primer paso legislativo con sus escaños en el SNP y los del Partido Verde, que también apoya la independencia.
"Justo en este momento todas nuestras energías deberían concentrarse en las negociaciones con la UE sobre nuestra futura relación", resaltó la primera ministra en declaraciones a la cadena ITV.
May advirtió que un referéndum "dificultaría nuestra capacidad para alcanzar el acuerdo correcto para Escocia y el acuerdo correcto para Reino Unido".
"Y más aún", añadió, "creo que no sería justo para la gente de Escocia porque se les pediría tomar una crucial decisión sin la información necesaria".
Ese plazo permitiría celebrar el voto en Escocia antes de la marcha de Reino Unido de la UE.
Sturgeon se opone al Brexit duro, es decir, a la renuncia al mercado único y la unión aduanera entre Estados miembros o asociados a la UE.
Ha comenzado un pulso transcendental entre dos jefas de Gobierno que muchos creen que causará el ocaso político de una de ellas.