"Claro está que ni una sola de estas teorías conspirativas está respaldada con pruebas", afirma Greenwald.
Esta paranoia contagió no solo a los ciudadanos estadounidenses sino también a un gran número de políticos clave del Partido Demócrata.
A este respecto, el columnista menciona a la periodista Louise Mensch, la cual goza de una gran popularidad entre los demócratas y a la que Greenwald llama irónicamente la "recién descubierta ícono del periodismo liberal".
"Ahora Mensch, con toda su locura, está vendiendo puerta a puerta las conspiraciones sobre Trump y Rusia", por lo que ha atraído la atención de muchos políticos del Partido Demócrata, los cuales están "convencidos de que todos sus críticos son espías del Kremlin", escribe el periodista.
Según Greenwald, Mensch escribe en su cuenta de Twitter cosas completamente "descabelladas" por lo que no se le puede dar ningún crédito. No obstante, todos los medios que critican a Trump la citan a ella como una fuente fiable.
Greenwald califica estas alegaciones como absurdas, dado que ya hay pruebas de que el comentarista estadounidense murió a raíz de problemas con el corazón.
El portal Palmer Report es otro "ejemplo clásico" de noticias falsas, de acuerdo con el autor del artículo. Uno de sus 'fakes' más famosos fue la noticia de que las cartas de John Podesta publicadas por WikiLeaks habían sido falsificadas.
Los que escriben mentiras sobre Rusia, entre ellos los principales medios de comunicaciones de EEUU, se aprovechan de eso. Al mismo tiempo, cuando la verdad aparece, ella no se difunde en las redes sociales.
"Un gran número de nuevas estrellas del periodismo ha ganado fama precisamente por publicar teorías conspirativas y mientras más locas son estas historias, más seguidores obtienen", concluye Greenwald.
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