"Sentían que si había desavenencias entre ellos, no tenían armonía. Para ellos era muy importante tenerla, porque algunos pensaban que cuando no lo hacían, hasta el cuerpo podía enfermar y morir. Buscaban permanentemente reconciliarse y usaban esta técnica", comentó la especialista.
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El Hoʻoponopono se volvió así "un método de sanación", que Simeona llamó "autoidentidad". Esto lleva a uno de los conceptos medulares de la meditación polinesia, que es "la búsqueda de la divinidad", en este caso dentro de la propia persona.
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"Los mantras siempre te conectan con tu parte espiritual. Este mantra dice 'lo siento, gracias, perdóname, te amo'. Se puede repetir en voz alta o mentalmente; entero o por la mitad. La única condición es que los mantras se repitan tres veces. Esta gente tenía la noción que nosotros no tenemos de que las palabras tienen poder", explicó la coach motivacional especializada en Ho'oponopono.
"Muchas veces somos crueles con nosotros y perdonamos más fácilmente a los demás. [Diciendo 'perdóname'] le pido a mi divinidad que me ayude a perdonarme todo lo que no he creído, lo que no he sido capaz de soltar, lo que he guardado que no me sirve", indicó Bruno.
Por último, la expresión del amor ('te amo') "es la reconexión con la divinidad y el trasmutador por excelencia". Al entregar el problema, la divinidad lo transforma en "pura luz" a través del amor.
Sin embargo, es preciso tener una voluntad expresa y determinada para soltar los problemas, ya que el ho'oponopono por sí solo no hace magia. Si uno se dedica a poner la energía en las situaciones conflictivas y no en su sanación, "se borra con el codo lo que se escribió con la mano", ejemplificó Bruno. Además, es un proceso que no da resultados de la noche a la mañana.
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"Esto no es milagroso ni mágico. Es parte de un proceso, la sanación para crear una realidad más linda y hacer posible que tus sueños se hagan realidad. Es una técnica más que colabora en el proceso de sanar", concluyó.