La urbe está situada a 240 kilómetros de Damasco, la capital siria, y antiguamente se encontraba en medio de un oasis, en el cruce de viejas rutas de caravanas.
La ubicación estratégica de la ciudad, a medio camino entre el mar Mediterráneo y el río Éufrates, le hizo una parada obligatoria para muchas de las caravanas que cruzaban importantes rutas comerciales, incluida la ruta de la seda.
La riqueza de la ciudad permitió la construcción de edificios monumentales, siendo los siglos I-III antes de Cristo los de su mayor florecimiento.
Palmira formó parte del Imperio Romano, incluso llegó a visitarla el emperador Adriano, alrededor del año 129 después de Cristo, hecho que revelaba una inscripción bilingüe del actualmente destruido templo de Baal Shamin.
El territorio fue conquistado en el siglo VII por los árabes que establecieron sus fortificaciones en la ciudad, más tarde demolidas por un terremoto.
En 1922 la Liga de las Naciones repartió el territorio que correspondía a la antigua provincia de Siria entre dos países: el Reino Unido recibió Cisjordania y Palestina, y Francia controló las tierras que se convertirían en las actuales Siria y Líbano.
Las excavaciones a gran escala de las ruinas de la antigua Palmira comenzaron desde inicios del siglo XX.
Pero en 1932 la antigua ciudad fue finalmente abandonada, cuando los últimos habitantes fueron trasladados a la nueva localidad de Tadmur.
Desde mayo de 2015 Palmira estuvo ocupada por Daesh, autodenominado Estado Islámico, organización terrorista prohibida en Rusia y muchos otros países.
Antes de abandonar la urbe, las tropas sirias evacuaron las piezas de mayor valor que albergaba el museo de la ciudad, pero no pudieron proteger su ciudadela antigua, una de las mejor conservadas del mundo.
Palmira es uno de los seis lugares de Siria declarados Patrimonio Mundial de al Humanidad por la Unesco, y sufrió numerosas pérdidas durante la primera ocupación yihadista, en particular, la destrucción total del templo de Baal Shamin.
En marzo de 2016, los militares sirios y el grupo Halcones del Desierto, con el apoyo de la aviación rusa, recuperaron el control de la urbe, que por entonces conservaba aún el 80 por ciento de los monumentos.
Los zapadores rusos se encargaron de desminar las calles antiguas y decenas de expertos de todo el mundo comenzaron a calcular los daños causados por casi un año de ocupación terrorista.
El grupo yihadista Daesh volvió a entrar en la emblemática localidad a finales de diciembre de 2016, y nuevamente corrieron peligro los monumentos arquitectónicos antiguos, que seguían siendo un blanco fácil para los nuevos vándalos del siglo XXI.
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El 2 de marzo, tras fuertes combates, el Ejército sirio y las tropas aliadas, apoyadas desde el aire por las fuerzas rusas, liberaron nuevamente la ciudadela de Palmira de los terroristas de Daesh.