Los científicos se percataron rápidamente de que aquellos restos no se correspondían con los de los dinosaurios de la familia de los ceratópsidos.
El paleontólogo José Rubén Guzmán explicó los indicios que apuntaban a esta idea.
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En primer lugar, su cráneo tenía una característica muy inusual en toda esta familia. Los científicos mexicanos hallaron en él una protuberancia inexistente en los cráneos de los ceratópsidos.
Al analizar todas estas características, los paleontólogos mexicanos llegaron a la conclusión de que se trataba de una especie nueva.
De hecho, le adjudicaron el nombre de Yehuecauhceratops mudei, que está compuesta por tres raíces: la palabra náhuatl yehuecauh (antiguo), la griega ceratops (cara con cuernos) y mudei, en honor al museo.