Sobre la arena, donde en un día normal habría canchas de fútbol o voleibol, cada 2 de febrero hay zonas de culto improvisadas. En lugar de cavar la arena para colocar sombrillas, la gente enciende en los pozos velas blancas y celestes junto con ofrendas. Hay filas para recibir 'curaciones' de los 'paes' o 'maes de santo', los sacerdotes del umbanda y el candomblé, las religiones que veneran a Yemayá.
Vestidos de blanco, los sacerdotes frotan sus manos contra los creyentes, curiosos y turistas para interceder ante la diosa. El sonido ambiente se inunda con tambores y músicas con reminiscencias africanas, cantadas a veces en portugués, otras en español y ocasionalmente en alguna lengua traída por los esclavos. Los curiosos toman mate o cerveza y miran el espectáculo mientras toman fotos con sus celulares.
Otros vienen por primera vez, por curiosidad y, por qué no decirlo, un poco de necesidad. Es el caso de Luis, un uruguayo que vive en España y que últimamente está aquejado por "unos problemitas" que lo tentaron a pedir ayuda espiritual. Algo que, se justifica, "nunca está de más".
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"He visto las celebraciones por televisión y estoy sorprendido de la cantidad de gente que viene y bueno… es creer o reventar. Vamos a ver cómo me va, quizás te comente mejor mis impresiones la próxima vez que venga", dijo.
Rosario es creyente, pero solo va a venerar a la diosa el 2 de febrero. No elige ningún sacerdote en especial y va a uno distinto cada año. Eso sí, el pedido es siempre el mismo y no tiene problema en declararlo: "siempre, la salud". Y coincide con todos: lo suyo es una cuestión de fe.
"Primero que nada está la salud y como ella me ha respondido, vengo por eso. Yo creo que es como cualquier creencia o religión y el sentimiento que uno tiene hacia ella. Si uno cree, la fe es todo", dice.
Más cerca de la orilla, donde la gente enciende velas celestes y blancas en los pozos, Patricia está preparando junto a su familia una ofrenda: rellenan una sandía con mazamorra y perejil, además de disponer encima dulces de coco, todo prolijamente decorado. "Todo es natural", explica orgullosa la mujer.












"Iemanjá es la madre de todos los orixás, [los dioses de las religiones africanas de los esclavos llegados a la región], y es la deidad a la cual se le ruega por la fertilidad, por el amor, la familia, la unión, el trabajo y todo lo que quieras pedir", explica.
Ella viene todos los años y relata que con el tiempo ha crecido la cantidad de gente que se acerca a la playa Ramírez, sea por creencia o por curiosidad. Sin embargo, constata que este año hay menos personas porque "el tiempo no acompañó mucho".

En la orilla, la gente se adentra hacia el agua profunda para dejar las barcas hechas de plástico, con las ofrendas y cartas con pedidos dentro. Además de la sandía y la mazamorra, la gente le deja melón, uva, naranja, palomitas de maíz y perfumes. Yemayá es muy coqueta, por lo que esta última ofrenda, junto con los claveles y las rosas, es una de las preferidas de los feligreses. El olor del mar se mezcla con el del sebo de las velas quemado y el de las colonias vertidas al agua y la arena.

"Hoy es el cumpleaños de la madre de la naturaleza. Es madre, es diosa, es una virgen. Para nosotros es algo muy especial, que tenemos que respetar y anhelar con un cumpleaños lo más sano posible. Tratamos de hacer barcas de cartón que no afecten esto, porque nos gusta disfrutar de la playa", dice Adriana. Sin embargo, hasta el momento la espuma de poliuretano es la opción preferida.

El 2 de febrero se festeja a la deidad del mar porque es para los católicos el día de Nuestra Señora de la Candelaria. Es una prueba del sincretismo de las religiones afroamericanas: los esclavos tomaron elementos de sus creencias de origen y los mezclaron con la religión impuesta por quienes los trajeron. Algunas figuras se asimilaron a las que venera la Iglesia Católica.
Sara es una turista que viene de Paraíba, en Brasil. Allí, explica, "la cultura negra es quizás más fuerte que en Uruguay". Es que, mientras que en su país los afrodescendientes son casi la mitad de la población, en Uruguay son el 8%. Por eso nota que la fiesta se vive de distintas maneras, de acuerdo a la diferencia entre las religiones que veneran a la diosa: el candomblé y el umbanda. A su criterio, en Uruguay predomina la umbanda.
"La Iemanjá del candomblé es una orixá que tiene las características de una diosa, pero además las humanas. Es decir, la misma figura tiene tanto lo malo como lo bueno. La umbanda le quita la parte mala y le deja solamente la parte buena. Crea otros personajes para la parte mala, como la Pomba Gira", comenta Sara.

Hay quienes se hacen unos pesos también en esta fecha. Los vendedores de velas las ofrecen "a voluntad", con gritos que parecen una plegaria más. Los puestos en las ferias aledañas venden ofrendas de último momento, barcas de plástico, camisetas, llaveros, flores, estampitas, retratos, estatuillas, comida.
Así como los esclavos lograron que las creencias de allá y de acá convivieran en armonía, el variopinto escenario del día de Iemanjá se ha vuelto un ejemplo de tolerancia y de comprensión intercultural. Mientras unos van por creencia, otros van a disfrutar del espectáculo y todo parece convivir en paz.