Mientras que se multiplican las conversaciones antagónicas sobre el nuevo Gobierno del magnate republicano en EEUU, "muchos de los desafíos energéticos que enfrentan ambas naciones no se detienen en la frontera", dice el extenso estudio elaborado por Tania Miranda de la Universidad Johns Hopkins, y Jeremy Martin, director del Programa de Energía del IOA, con sede en San Diego, California.
Por lo tanto, los expertos exhortan a ambos gobiernos y responsables energéticos de los dos lados de la frontera a "tener conversaciones productivas y no polémicas sobre la cooperación energética" en marcha.
La agenda energética bilateral se ha enfrentado a los retos de una gran reforma energética histórica de México, gracias a un cambio constitucional aprobado en 2013, cuya legislación se implementa desde 2014 para poner fin a un monopolio estatal vigente desde 1938, y el retorno de las inversiones de gigantes petroleros.
Tres temas están cambiando los perfiles de producción y consumo de energía bilaterales, dice la investigación: la transición a energías limpias, la creciente producción de gas de esquisto en los desiertos de la zona fronteriza, y las interconexiones transfronterizas eficientes para distribuir la energía eléctrica.
"La creación de un marco más ventajoso para el desarrollo ampliado de fuentes de energía renovables, recursos no convencionales y de interconexiones eléctricas transfronterizas es, por lo tanto, en el interés mutuo de México y Estados Unidos", advierten los expertos en energía.
Cambio energético
Tanto en México como en EEUU "ha habido un mayor uso de la energía eólica y solar para la generación de energía, pero el gas natural continúa dominando sus recursos energéticos no convencionales", dice el detallado análisis publicado esta semana.
En EEUU "esto refleja los avances tecnológicos que han llevado a un aumento dramático en la producción de gas de esquisto" conocidos como tecnología de fractura hidráulica.
En México refleja "un cambio creciente del petróleo al gas como materia prima en la generación de energía".
Las estimaciones indican que en los próximos 15 años se necesitarán 57 gigavatios de capacidad de nueva generación para satisfacer la demanda de energía, y más del 30% de esta capacidad eléctrica adicional provendrá de plantas de ciclo combinado de gas, según los hallazgos del reporte.
De hecho, existe un compromiso trilateral de EEUU, México y Canadá para alcanzar el 50% de energía limpia en sus sectores de energía para 2025.
Además, el desarrollo de una red más amplia de interconexiones transfronterizas permite a los dos países "distribuir la energía eléctrica de manera más eficiente, cambiando los perfiles de producción y consumo de energía".
La coincidencia resultante de intereses binacionales crea un contexto ventajoso para una mayor cooperación energética bilateral con el Gobierno de Trump.
El acuerdo de París
El mundo atraviesa una transición energética plena, incluso antes del Acuerdo de París: la economía global pasa "de un puñado de grandes productores de energía a miles de pequeños independientes", advierten los expertos.
Lo que muchos llaman la "descarbonización, la digitalización y la descentralización", han sido cada vez más aceptados por la industria y los gobiernos como soluciones a los desafíos de un sector energético moderno.
La industria de las energías renovables registró niveles récord de inversión en 2015 y por sexto año consecutivo superaron a los combustibles fósiles (gas y petróleo) para la inversión neta en la capacidad de energía añadida, indica el estudio.
El país que heredó Trump "está a la vanguardia de esta transición hacia una economía post-carbono", apunta el análisis.
Las razones de este cambio dramático incluyen "oportunidades de negocio en innovación tecnológica y una motivación política para alejarse de los combustibles fósiles, lo que ha llevado a las energías renovables al centro del escenario".
Sin embargo, advierten que la "transición energética de México está en su infancia".
En el país latinoamericano han pasado sólo tres años desde que fue aprobado el proyecto de ley de energía que autorizó la participación privada en la industria y liberalizó los mercados, tras casi ocho décadas de monopolio estatal.
Y ese proceso lo ha sorprendido cuando llega a la Casa Blanca un escéptico del impacto global del cambio climático: el nuevo secretario de Estado Rex Tillerson, ex director ejecutivo del gigante petrolero ExxonMobil, empresa que es nuevo socio del Estado mexicano.