La llegada del invierno obstaculiza la operación militar, así como vaticina nuevos desafíos humanitarios para los habitantes de la ciudad. Ya unos 114.000 iraquíes huyeron de la ciudad y mientras los militares avanzan en unas regiones, los islamistas de Daesh —grupo terrorista proscrito en Rusia y otros países— logran resistirles en otras.
Pero el problema esencial de la toma de Mosul es más complicado, advierte Luay al Khatteb, especialista en Relaciones Exteriores y colaborador de la Universidad de Columbia en Nueva York.
"Hay una cosa que las personas occidentales deben entender: Mosul no está ocupado. Daesh es parte de la ciudad, sus combatientes son parte natural de la población. No son ajenos", afirma Khatteb.
Los habitantes de Mosul apoyan las ideas islamistas, así que será imposible "echar" a los radicales de la ciudad.
"La mayoría de ellos son de Mosul. Nacieron y crecieron allí", destaca el interlocutor del periodista noruego.
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"Tarde o temprano, Mosul será liberado. Pero el uso de la palabra 'ocupado' no sirve ya que se trata de los locales que viven en su propia ciudad", comenta Khatteb.
La mayoría de los soldados iraquíes son chiíes mientras la población de Mosul es suní. Esto fomenta el odio entre ellos y pudo haber contribuido a la facilidad con la cual Mosul fue capturado por los radicales suníes en 2014, recuerda Roger Hercz.
Mientras continúa el avance de los militares iraquíes, la moral de los yihadistas cae, y muchos de ellos podrían tratar de abandonar la ciudad disfrazados como refugiados. De esta manera, la toma de Mosul no acabará con la guerra:
"[Tras perder Mosul] Los radicales aplazarán sus planes de un estado propio y van a pasar a una guerrilla, continuando los ataques terroristas suicidas", concluye Khatteb.