"Las cámaras de televisión estadounidenses estaban allí intentando captar escenas de júbilo pero no consiguieron ni una sola imagen así. La CNN filmó a un grupo marginal de cuatro o cinco personas tocando el acordeón y bailando, y transmitieron esa noticia al mundo. Nada que ver con la realidad. Fue un día sombrío y extraño", dijo a Sputnik el cronista español que hoy es corresponsal en París para el mismo medio.
Para él, lo más significativo de ese momento histórico fue "la oportunidad perdida". Con la Unión Soviética de Mijaíl Gorbachov, presidente de la Unión Soviética entre 1990 y 1991, existió la posibilidad de "acabar con la Guerra Fría" y de abrirle al Siglo XXI una puerta de viabilidad donde la "cooperación internacional" abordara los grandes retos globales "como el calentamiento global o la desigualdad", aseguró.
Para Poch, realizar un balance de las cosas que dejó a la humanidad la experiencia marxista-leninista es un ejercicio complejo. Por un lado destacó que tras la Revolución rusa de 1917, la Unión representó "la esperanza de la humanidad". Allí, durante un "breve" período reinó un "espacio de enorme libertad", indicó.
Luego, esa experiencia fue suplantada por un "salvajismo horrible" durante la guerra civil, que se transformó durante el estalinismo en un "imperio despótico". Pero después, la URSS protegió los movimientos de liberación nacional y del Tercer Mundo durante en los años sesenta y setenta.
"No se puede pintar la experiencia soviética de un brochazo", afirmó, y destacó que a nivel global, siendo uno de los dos pilares del mundo bipolar, la Unión Soviética era "la menos agresiva".
Para conquistar el poder, "el grupo de Borís Yeltsin [primer presidente de la Federación Rusa entre 1991 y 1999], tenía que disolver el super Estado soviético y eso es lo que ocurrió porque el sistema estaba muy oxidado con una situación socio económica muy crítica", concluyó.