Uno se traslada en el tiempo al recorrer la feria de antigüedades en Plaza Matriz y con los espectáculos en vivo de candombes, tangos y milongas en el Mercado del Puerto.
También con la Plaza Zabala inspirada en las plazas parisinas de la "belle époque" o las librerías y galerías de arte en la peatonal Sarandí.
Pero pese a la magia y elegancia del casco histórico de la capital uruguaya muchos de sus deslumbrantes palacios están vacíos o destruidos.
Lamentablemente, la Ciudad Vieja, una vez el núcleo de la vida de la urbe, fue desvalorado y abandonado tras la crisis económica que asoló Uruguay en la década de los cincuenta y todavía no ha logrado recuperar su riqueza y energía.
No obstante, si para unos el desafío más importante que actualmente afronta el barrio es la necesitad de revertir la degradación del patrimonio arquitectónico y poblar los espacios libres, otros le dan prioridad al aspecto social porque algunos habitantes de la Ciudad Vieja todavía viven en la pobreza y la exclusión, un hecho que no se puede desatender.
Pero hay que recordar que la revitalización tiene dos caras.
Muchas ciudades viejas de Europa, en las que ahora se respira elegancia, limpieza, buen gusto y lujo, han experimentado la gentrificación, algunas en forma extrema.
La gentrificación es el proceso que implica la expulsión de la población más pobre a través de la llegada de gente nueva con más dinero.
La pregunta vital es: ¿cómo se puede revitalizar la Ciudad Vieja de Montevideo teniendo en cuenta los intereses de sus habitantes y sin que la gentrificación asfixie iniciativas sociales?
Cuatro personas que participan de proyectos muy distintos relacionados con la rehabilitación del centro histórico de la capital uruguaya, compartieron con Sputnik sus ideas sobre cómo se puede dar otra vida a la Ciudad Vieja y abordaron el dilema de la gentrificación que últimamente causa tanta polémica en la sociedad.
Cubrir agujeros, usar como laboratorio y mantener polifonía
Alfredo Ghierra, promotor del proyecto creativo Ghierra Intendente, que reúne a artistas, arquitectos y diseñadores con el fin de mejorar Montevideo, asegura que la Ciudad Vieja con su espacio libre tiene mucho potencial, pero que la mayoría de los montevideanos simplemente no entienden las ventajas que podría ofrecerles el casco antiguo donde una vez empezó la capital de Uruguay.
"Me gustaría que la Ciudad Vieja se completara, que se cubrieran los agujeros, los vacíos, que se ocupara lo abandonado, y que para eso hubiera unas políticas de la ciudad o del Gobierno que ayudaran a que la gente se fuera para ahí", dice el autor de una falsa campaña electoral para la Intendencia de la ciudad, en la que expuso una plataforma de propuestas para mejorar la ciudad.
Sus propuestas fueron tan bien recibidas que junto con su equipo Ghierra está replicando la experiencia en otras ciudades del país.
La iniciativa consiste en transformar el sitio en un distrito o hasta un municipio aparte y usar ese espacio como un "laboratorio" para ensayar medidas que "están funcionando con éxito en otras partes del mundo", como azoteas y tejados verdes o un tranvía eléctrico en lugar de los autos y los ómnibus.
Los palacios vacíos, que según muchos montevideanos fueron construidos para una forma de vida que ya no existe, ofrecen posibilidades excepcionales para experimentar, cuenta el artista.
"¿Qué pasaría si ensayáramos en estas construcciones abandonadas nuevas formas de relacionamiento que hay hoy en día: grupos de amigos, grupos de gente que puede vivir y trabajar en una de estas megacasas? Esas construcciones te dan la oportunidad de ensayar esas nuevas familias", dice.
El artista, además, es adepto a la riqueza de un barrio diverso que acoge al puerto, numerosas sucursales de bancos, varios ministerios, y una importante cantidad de tiendas elegantes, y en el que coexisten montevideanos, turistas y migrantes.
Ghierra espera que la zona también pueda servir de plataforma para buscar sinergia entre esta polifonía y para pensar en una asociación integrada: clases sociales, migrantes, locales y actividades diversas.
"Realmente ya están conviviendo todos ahí hoy, capaz no de la mejor manera. Es como que nadie termina de darle eso que uniría todos estos mundos porque en realidad una cosa no quitaría la otra, estos mundos pueden convivir", asegura.
Pero ¿hasta qué punto será posible esta convivencia si el área empieza a convertirse en un barrio más limpio, agradable, con una mejor infraestructura que atrae a las personas con un nivel adquisitivo más alto?
"Para mí, en la Ciudad Vieja en la mayoría de las situaciones no estás haciendo esa cosa antipática de echar habitantes porque no se trata de gente que viene con plata a sacar a gente que no tiene plata, se trata de gente que viene a ocupar un lugar donde no había nadie", explica Ghierra.
Hasta que la gentrificación realmente empiece a expulsar a personas que viven en el casco antiguo podría pasar mucho tiempo, o este proceso podría no pasar nunca, afirma el artista.
Crear viviendas bondadosas para clase media y brindar hábitat
A diferencia de muchos otros inversores, Roberto Gelber, dueño de un hermoso boutique hotel y varios apartamentos en la peatonal Sarandí que él mismo ha remodelado y decorado, cree que la Ciudad Vieja es un ícono histórico y social que debería desarrollarse hacia un bienestar de toda la colectividad y no solamente del inversor.
Muchos montevideanos de clase media, según su opinión, no viven en el casco antiguo sobre todo por escasez de oferta de apartamentos decorosos, buenos y limpios.
"Si tuvieran complejos habitacionales amables, bondadosos para que la gente se mueva y se sienta cómoda, de donde puedan tener las vistas al Cerro, yo creo que la gente podría considerar vivir en la Ciudad Vieja", explica el inversor.
Por esta misma razón, recientemente Gelber decidió comprar otra propiedad en la zona histórica que piensa convertir en un proyecto de vivienda para clase media-media alta a un costo similar al de otros barrios.
Lo que plantea el empresario es que si los montevideanos que trabajan en el barrio se quedan allí a dormir, no solo ahorrarían en transporte y tiempo, sino también mejorarían su calidad de vida porque no estarían una hora en el tráfico y vivirían en un lugar fantástico donde "hay un puerto, hay una bahía espectacular, hay vistas excelentes (y) están los mejores atardeceres".
El empresario, quien trabajó durante más de diez años en el exterior para volver a Uruguay hace poco y enamorarse del casco histórico donde él mismo vive ahora, destaca que las pocas viviendas cómodas que hay hoy en día en la Ciudad Vieja se alquilan de inmediato.
"Me pasó a mí, todavía el inversor está como rezagado en meterse en ese mundo, y me parece que si se metieran en ese mundo, sería muy bueno porque tendríamos a gente mudándose", afirma.
Gelber habla de los pocos inversores que compran casas para arreglar y no para tapar e irse como hicieron muchos extranjeros durante la crisis inmobiliaria en Uruguay, entre los años 2002-2004, para que después esas viviendas pasaran de mano a otros propietarios que tampoco las restauraron.
Esta especulación financiera no es sana para la ciudad dice el empresario, pero también admite que invertir en la Ciudad Vieja "es muy engorroso" porque todavía no hay infraestructura, ciertos servicios y comodidades.
Con esta regeneración evitar completamente la gentrificación del barrio está fuera de la realidad, admite el empresario, pero propone abordar el desarrollo con "criterio y conciencia" y de la forma más sana posible para la ciudad.
"Se puede armar desde otro lugar, se pueden abrir cafés independientes y darle prioridad al consumo de comida orgánica, por ejemplo, se puede armar otra movida; no tiene por qué llegar la multinacional a plantar su bandera y a globalizarnos en unos minutos, no debería", afirma.
Ciudad Vieja de Montevideo está "a años luz" de la gentrificación extrema, asegura Gelber, explicando que los procesos en Uruguay son mucho más lentos que en otros lugares que experimentaron una elitización residencial.
Involucrar a migrantes, vecinos del barrio y construir equilibrio
Para Sebastián Alonso, líder de Proyecto CasaMario, que reúne no solo a artistas, críticos y gestores, sino también a migrantes y vecinos del barrio, la rehabilitación del casco antiguo está más en lo social que en lo arquitectónico.
"Me interesa ver la Ciudad Vieja multiclasista, me interesa que el uruguayo se dé cuenta de que hay un montón de gente que es invisible a los ojos del uruguayo, me interesa que la gente se entere", explica el artista cuyo concepto de arte es muy amplio y no se limita a la pintura o la escultura.
A través de la producción colectiva el proyecto busca involucrar a toda la comunidad y "no solamente a los blancos", generando un pensamiento crítico en la sociedad hacia el fenómeno de gentrificación.
El equipo creativo, instalado en tres edificios históricos en la Ciudad Vieja que los propietarios le prestaron, ocupa "con un poco más de conciencia y de idea política de la vida" esos inmuebles, que durante sesenta años pertenecieron a una famosa casa de venta de cueros que se cerró eventualmente, como muchas otras empresas del barrio portuario.
Alonso no se opone a la renovación y ocupación de las antiguas construcciones, pero destaca que hay otros jugadores que deben ser considerados en este proceso y recuerda la importancia de construir un equilibrio.
"Si hay un palacio que patrimonialmente es una cosa bellísima, ojalá espero que hayan actores en la política que hagan lo posible para que ese lugar sea ocupado; ahora, habría que pensar también en políticas que cuiden a un montón de gente que está viviendo acá para que no sea expulsada a partir de que ese edificio se restaure", señala.
El artista admite que sin querer también está contribuyendo a la gentrificación porque las actividades producen movimiento y cierta confianza en el casco antiguo.
Sin embargo, enfatiza que no tiene fines de lucro con el proyecto que busca darle posibilidades de crecer a los vecinos que hacen fiestas y reuniones en el espacio creativo, donde también se reúne la primera cooperativa de vivienda de migrantes de Uruguay.
Aunque Uruguay es una nación claramente migrante, Alonso llama la atención al hecho de que mucha gente que viene de otros lugares no se siente integrada en la sociedad.
"Muchas de las personas que trabajan en Proyecto CasaMario, que son dominicanos y peruanos, utilizan este lugar para tener otra condición de representación ante el mundo para ser mejores, para estar más fuertes", asegura el artista.
Pese a tanta resistencia a los procesos de gentrificación, Alonso reconoce que es un fenómeno inminente y global, pero opina que a diferencia de Europa, en el casco histórico de Montevideo va a transcurrir "a la manera uruguaya, que es muy lenta, muy 'slow motion'".
Dejar de huir del barrio, ser creativo y unir patrimonio cultural a otras políticas
La voluntad de poblar y mejorar la Ciudad Vieja debe venir sobre todo de parte de la ciudadanía, que por varias razones actualmente prefiere vivir en otros barrios, asegura el doctor Alberto Quintela, Asesor de la Dirección General del Departamento de Planificación de la Intendencia de Montevideo.
"Nosotros lo que precisamos es la gente, necesitamos los grupos sociales para habitar la ciudad, los grupos que quieren estar en el sitio; el Gobierno puede implementar algunas cosas, pero la historia es en la gente", dice.
En términos generales el montevideano huye de la Ciudad Vieja, cuenta Quintela, quien fue Director de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación hasta marzo de 2015.
Recién a partir del fin de la dictadura en 1985 el casco antiguo, que para muchos hace poco todavía "era un lugar feo y no era un lugar apetecido", empezó a tomar nuevamente un ímpetu, cuenta.
Quintela saluda la mirada, que es relativamente nueva, de querer poblar el barrio histórico, pero enfatiza que el interés en el patrimonio que surgió en los últimos años no es suficiente para revitalizar la zona.
"Nos falta como poner un cerebro en una juguera y sacarle jugo a la cabeza, tenés que ser más creativo", explica.
Quintela señala que Uruguay tiene una serie de carencias estructurales que hay que atender de manera inminente y por eso sería un error comparar la revitalización del casco antiguo de Montevideo con la de una ciudad europea.
"Vos tenés problemas de África acá en Montevideo, es dramático, tenés gente que vive en la extrema miseria. No es que no es importante el patrimonio cultural, claro que sí, pero hay situaciones de miseria que no podés mirar para un costado", destaca.
Evidentemente, si uno habita en condiciones infrahumanas de vida, va a ser mucho más difícil que pueda apreciar los frutos de la cultura.
En este sentido Quintela sugiere que la política de la protección patrimonial no puede ser aislada y que la solución está en tener la habilidad de unirla a otras políticas sociales, educativas y económicas.
"De hecho, en la Ciudad Vieja se han hecho: tenés algunos espacios recuperados a través de la experiencia de construcción de cooperativas, entonces ahí podés cruzar el patrimonio cultural con la política de vivienda", explica.
Debido a la complicada situación social en la Ciudad Vieja de Montevideo, su rehabilitación para Quintela no implica tanto la gentrificación, sino el mejoramiento de calidad de vida e instalación de las capas medias de manera continua.
"Si expulsa a la población que está hoy, yo te digo, ya fue expulsada hace rato", señala.
No obstante, Quintela asegura que no está en el imaginario de los gobernantes que la gente originaria del casco antiguo se vaya y que hay una definición política del Gobierno departamental y nacional de que se quede a vivir en la Ciudad Vieja.