"Dicen que en la plaza en estos días
se les ha visto cabalgar a Camilo y a Martí.
Y delante de la caravana
lentamente sin jinete, un caballo para ti.."
Raúl Torres
'Cabalgando con Fidel'
Cual banda sonora de toda una isla ha sonado en estos días esa canción, mientras pasan multitudes por las pantallas y en los primeros planos, corren las lágrimas… Tal vez pocas veces se ha visto a tanta gente llorando junta, por lo que el sepelio del Comandante debe estar entrando ya en los récords Guinness como uno de los más multitudinarios
No hicieron falta convocatorias esta vez para las horas de filas o de pie en un acto nocturno, lleno hasta donde alcanzaba la vista. Ni para una carretera siempre bordeada por la gente más humilde y un silencio sepulcral, nunca mejor dicho, al paso de la Caravana de la Victoria en su luctuoso viaje inverso. Los que no pudieron ir, se mantuvieron pegados al televisor, como en los viejos tiempos en que un discurso de Fidel paralizaba el país.
Hablo de personas como mi madre y mi padre, que dejaron su juventud y su vida toda por un sueño de país que no ha sido, y que a sus 70 años no tienen nada que demostrar a nadie, y sin embargo llevan días sin parar de llorar.
Hablo por muchos de mi generación y posteriores, aunque muchas veces críticos e inconformes con la Cuba que nos rodea, hemos tenido que enjugar no pocas lágrimas. No solo allí, también a 90 millas (donde no todos festejaron la muerte) o aquí, a 9550 kilómetros.
Porque con luces y sombras, Fidel era Fidel. En esa misma plaza donde lo despedimos, lo vimos hablar por horas bajo el sol o el aguacero. Lo conocimos dando el pecho el peligro, hablando con el pueblo sin escoltas ni barreras, 'desfaciendo entuertos', persiguiendo huracanes, dando ejemplo…
"Padre, no te sueltes de mi mano", cantaba Torres y la Plaza, el país entero, lo coreaba. Lo que muchos desde fuera no pueden entender es eso, que para los cubanos Fidel se trata de emoción más que raciocinio, de corazón más que cabeza. Muchos, más que a un líder, despedimos a un padre, un padre con el que no siempre estuvimos de acuerdo, al que le hicimos reproches, con el que no faltaron conflictos filiales y hasta dolorosas peleas y distanciamientos, pero padre al fin y la sangre es la sangre.
"Hombre, los agradecidos te acompañan", canta la isla a su paso, con el corazón estrujado, mientras se pregunta qué hacemos ahora. Pues ahora hay que seguir andando sin él y por nuestro propio camino. A fin de cuentas, los padres deberían preparar a sus hijos para vivir sin ellos.
"Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado", dijo el Comandante cierta vez, pero esa se convirtió en una consigna hueca repetida hasta el cansancio. Es hora de darle sentido, de retomar el programa del Moncada y volver a bajar de la Sierra Maestra si hace falta para hacer una verdadera Cuba con todos y para todos. "Yo soy Fidel", decimos, pero no es suficiente repetirlo. Es hora de que todos seamos realmente Fidel.
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