"Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: Con todos, y para el bien de todos"
José Martí
Fidel erradicó el analfabetismo en un pueblo al que Castro negó el acceso a libros y autores que tachó de traidores y subversivos. Fidel Castro incorporó a su séquito de prudentes partidarios a escritores, artistas y periodistas deslumbrados por los entresijos de un Poder cuyos excesos sólo condenaron en sus libros y en geografías distintas.
Fidel hizo público y gratuito el acceso a una Educación doctrinaria que debía formar al "hombre nuevo", ese "hombre nuevo" que Castro quiso ajeno a opiáceas creencias religiosas que terminaron por convertirse en estigmas sociales; a preferencias sexuales discordantes que se quisieron reencauzar mediante la reciedumbre del trabajo correctivo, y a diferencias con el pensamiento oficial que terminaron por engendrar la doble moral que las camuflaba. Fidel Castro, en cambio, se codeaba con líderes religiosos, frecuentó la amistad de homosexuales y lesbianas, y tuvo afinidades con líderes políticos que nunca practicaron en sus países los excesos totalitarios del presidente cubano.
En Fidel se alaba su perseverancia, en Castro se condena su tozudez. Fidel perseveró en su lucha contra Fulgencio Batista a pesar del fracaso del asalto al cuartel Moncada que lo llevara a una prisión de la que salió amnistiado. Castro no tuvo la elemental probidad de dispensar a sus adversarios vencidos el mismo trato de prisioneros políticos que él recibió cuando se opuso a un gobierno. Fidel Castro negoció la libertad de sus opositores con gobernantes seducidos por el carisma de su poder omnímodo.
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Fidel apenas si fue una torre en el ajedrez político del siglo XX, una torre obligada por las circunstancias históricas al enroque con el soberano rojo, cuyo rol en el tablero Castro siempre quiso replicar y en ocasiones consiguió. De ahí que Fidel Castro se sintiera ofendido cuando el presidente soviético Nikita Jrushchov pactara a sus espaldas el empate con su homólogo norteamericano John F. Kennedy para poner fin a la crítica historia de unos misiles que solo poseían los verdaderos contendientes de aquella partida; de ahí que desde 1961 llevara a Cuba a formar parte del Movimiento de Países No Alineados.
Detrás de todos estos años
detrás del miedo y el dolor
vivimos añorando algo
y descubrimos con desilusión
que no sirvió de nada, de nada
"o casi nada, que no es lo mismo pero es igual"
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK