Sin embargo, Francia y Alemania no siguen esta tendencia con Francois Hollande y Angela Merkel, que encarnan un "suicidio demográfico y moral", destaca el periódico.
Los estadounidenses sorprendieron a todos al elegir a Donald Trump como líder, aunque en realidad no hacen nada más que regresar a su identidad profunda. En vez de una partidaria de la globalización y tendencias modernas han elegido a un "'cowboy' americano, un varón áspero" que regularmente impresiona a los medios con palabras duras y se asemeja a un héroe de Hollywood como John Wayne luchando contra bandidos mexicanos.
Asimismo, una vuelta a los arquetipos fundamentales se percibe en otras grandes potencias históricas. En el Reino Unido, la elección de Theresa May como primera ministra no se corresponde con el conformismo feminista actual, sino con un resurgimiento del alma británica, un país que se convirtió en una gran potencia durante el reinado de Isabel I en el siglo XVI, cuyo poder culminó durante el reino de Victoria en el siglo XIX y que, por última vez, brilló bajo el dominio de otra mujer, Margaret Thatcher, en los años 80. La conservadora pro-Brexit Theresa May representa los mismos valores, continúa el autor del artículo.
A las puertas de Europa, Vladímir Putin y Recep Erdogan representan a su manera el resurgimiento de la tradición imperial en Rusia y Turquía. Se trata de dos descendientes simbólicos de los zares rusos y los sultanes otomanos, que basan su popularidad en un retorno a las tradiciones marciales y las raíces religiosas de su tierra natal: el cristianismo ortodoxo en el caso de Putin, el islam suní en el de Erdogan. Lo mismo tiene lugar en la India, con Narendra Modi, y en China, con Xi Jinping.
"En este gran despertar de la gente, las potencias de Europa continental se quedan atrás", destaca el analista. Francia y Alemania, en lugar de líderes carismáticos que personifiquen el profundo poder de la nación, han quedado a cargo de unos políticos que "encarnan las fuerzas mórbidas de odio hacia su propia gente".
Asimismo, una vuelta a los arquetipos fundamentales se percibe en otras grandes potencias históricas. En el Reino Unido, la elección de Theresa May como primera ministra no se corresponde con el conformismo feminista actual, sino con un resurgimiento del alma británica, un país que se convirtió en una gran potencia durante el reinado de Isabel I en el siglo XVI, cuyo poder culminó durante el reino de Victoria en el siglo XIX y que, por última vez, brilló bajo el dominio de otra mujer, Margaret Thatcher, en los años 80. La conservadora pro-Brexit Theresa May representa los mismos valores, continúa el autor del artículo.
A las puertas de Europa, Vladímir Putin y Recep Erdogan representan a su manera el resurgimiento de la tradición imperial en Rusia y Turquía. Se trata de dos descendientes simbólicos de los zares rusos y los sultanes otomanos, que basan su popularidad en un retorno a las tradiciones marciales y las raíces religiosas de su tierra natal: el cristianismo ortodoxo en el caso de Putin, el islam suní en el de Erdogan. Lo mismo tiene lugar en la India, con Narendra Modi, y en China, con Xi Jinping.
"En este gran despertar de la gente, las potencias de Europa continental se quedan atrás", destaca el analista. Francia y Alemania, en lugar de líderes carismáticos que personifiquen el profundo poder de la nación, han quedado a cargo de unos políticos que "encarnan las fuerzas mórbidas de odio hacia su propia gente".
La canciller germana es una mujer de edad indefinida, que no tiene ninguna gracia ni hijos y simboliza "un suicidio demográfico y moral de la Alemania liberal y protestante", precisa la publicación. Deseando expiar los crímenes del totalitarismo fascista, deja su país en manos del totalitarismo islámico. Sin embargo, el éxito del partido Alternativa para Alemania hace pensar que una parte de la población se niega a someterse a la 'eutanasia suave' que le están imponiendo. Por otro lado, no se puede excluir que el fascismo haya destrozado el alma germana. Si es así, Alemania va a desaparecer de las páginas de la historia junto con su canciller, a pesar de que las empresas del país seguirán prosperando.
Por último, si nos fijamos en la Francia moderna, se ve que Hollande personifica a la perfección el "suicidio francés" o, más bien, el asesinato de la nación francesa cometido por la élite, dice el artículo. Con todo eso, en las profundidades del país galo, enormes fuerzas históricas pueden agrietar la presa del sistema oligárquico y tomar las riendas del poder en sus manos. A juicio del autor del texto, el pueblo aún tiene la posibilidad de renacer, y lo va a hacer pronto.
Por último, si nos fijamos en la Francia moderna, se ve que Hollande personifica a la perfección el "suicidio francés" o, más bien, el asesinato de la nación francesa cometido por la élite, dice el artículo. Con todo eso, en las profundidades del país galo, enormes fuerzas históricas pueden agrietar la presa del sistema oligárquico y tomar las riendas del poder en sus manos. A juicio del autor del texto, el pueblo aún tiene la posibilidad de renacer, y lo va a hacer pronto.