A finales de octubre en el país fueron detenidos otros 73 pilotos militares.
Tras el fallido golpe de Estado del 15 de julio pasado, las autoridades turcas empezaron una campaña de detenciones, suspensiones y expulsiones masivas entre militares, policías, jueces, funcionarios públicos y docentes, sospechosos de ser partidarios de Fethullah Gulen.
Este imán es considerado por las autoridades turcas el cerebro de la intentona que causó más de 240 muertos —sin contar a los amotinados— y casi 2.200 heridos en Ankara y Estambul.
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El propio Gulen, autoexiliado en EEUU, condenó la asonada y rechaza rotundamente las acusaciones que le imputa el Gobierno turco, proponiendo crear una comisión internacional para investigar lo sucedido.