En 1978, agentes norcoreanos secuestraron por orden de Kim Jong-il a la actriz Choi Eun-hee y al director Shin Sang-ok, ambos surcoreanos. Choi y Shin pasaron ocho años en Corea del Norte produciendo películas.
"¿Por qué todas nuestras películas tienen tramas ideológicas iguales? No hay nada nuevo en ellas", señaló. Y añadió que los directores norcoreanos carecían de experiencia en comparación con los vecinos del sur.
Según comentaron los artistas, Kim ejercía un control excesivo sobre todo el país, incluidas la cultura y la propaganda. Era, además, un fanático del séptimo arte.
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Choi y Shin, que rodaron 17 películas mientras estuvieron cautivos, escaparon de sus escoltas norcoreanos durante un viaje por Europa y huyeron a Estados Unidos. En 1985, un intermediario compró las cintas para el Departamento de Estado norteamericano. Las grabaciones de Kim Jong-il duraban muchas horas. Ahora, una vez hechos públicos los vídeos, sale a la luz que el propio líder norcoreano admitía que no todo funcionaba tan bien en el 'paraíso juche'.