"Partíamos de un conjunto de 200 o 300 estrellas, una de las cuales era precisamente Próxima Centauri. Se trata de una estrella que ya había sido estudiada con anterioridad sin resultados positivos, pero que a nosotros nos seguía pareciendo muy interesante por su tamaño. Sabemos que si queremos encontrar planetas como la Tierra, que es nuestro objetivo, va a ser más fácil detectarlos en estrellas de ese tipo. Así que empezamos a analizar y procesar matemáticamente datos previos. Separados no decían nada, pero al juntarlos apareció una señal extraña. Era el planeta", explicó Anglada-Escudé.
Según el investigador, la clave para determinar si Próxima b alberga vida será conocer si el planeta extrasolar tiene atmósfera o no, y para ello habrá que esperar unos diez años hasta que se construyan nuevos telescopios gigantes "con un espejo de 42 metros de diámetro".
La idea de enviar una sonda al nuevo planeta parece que todavía tendrá que esperar, ya que con la tecnología actual, una nave espacial podría tardar "decenas de miles de años". Además, el continuo movimiento al que están sujetos los cuerpos estelares haría muy probable que "cuando hubiera llegado [la nave] ya no estuviera allí [Próxima b]".
"Confió en que en 20 o 30 años las cosas cambien. Quizá con micronaves, como algunos proponen", añadió Anglada-Escudé.
Sin embargo, se ha mostrado poco optimista en cuanto a la posibilidad de que se trate de vida inteligente "Esa es una cuestión muy diferente. Habría que ver si esa vida ha prosperado, se ha convertido en una sociedad tecnológica y no se ha extinguido. Si hubiera muchas civilizaciones igual ya nos habrían encontrado", declaró.