El estudio encontró que la ingestión de líquidos se hace difícil una vez que has satisfecho tu necesidad de agua, lo que ayuda a mantener tu cuerpo hidratado sin exagerar.
Si te hiperhidratas, los electrolitos en tu cuerpo se desequilibran y pierdes sodio, lo que puede alterar la función cerebral y provocar letargia, náuseas, convulsiones, coma e incluso la muerte. Sin embargo, hay que recordar que para que ocurran estos efectos negativos hace falta ingerir no menos de 6 litros de agua, o sea, 3 veces más que los 2 litros recomendados por los médicos.
"Por primera vez encontramos que tragar representa un esfuerzo después de beber agua en exceso, lo que significa que existe algún tipo de resistencia. Esto resultó compatible con nuestra idea de que el reflejo de deglución se inhibe una vez que se ha consumido suficiente agua", aclara el director del estudio, Michael Farrell.
"Si sólo hacemos lo que nuestro cuerpo nos exige, probablemente vamos a hacerlo bien. Hay que beber según aparezca la sed en lugar de con un horario elaborado".