El Imperio sueco del siglo XVII podría seguir siendo una de las grandes potencias europeas… si no fuera por su decisión de tratar de conquistar Rusia, recuerda National Interest.
El autor Michael Peck, reflexiona en su artículo sobre el destino del Imperio sueco y escribe que hace cuatro siglos Suecia era una gran nación y una potencia militar europea.
Genios de la organización bélica
A principios del siglo XVII, el rey sueco Gustavo Adolfo, considerado como un genial comandante militar, modificó su Ejército convirtiéndolo en una entidad permanente y profesional.
Al salir victoriosos de de la Guerra de los Treinta Años de 1618-1648 en la que estaban a punto de conquistar hasta Praga y Viena, Suecia se convirtió en una potencia importante, con territorios que forman parte de las contemporáneas Alemania, Polonia y el Báltico, incluidas las tierras del actual noroeste de Rusia.
'Reconquista' a lo escandinavo
En 1697 Carlos XII, de 15 años, heredó el Imperio sueco. La juventud del monarca llevó a las naciones vecinas a tratar de reconquistar las tierras perdidas e impedir el auge del potente rival.
Así, se formó la Alianza del Norte, integrada por el Reino de Dinamarca y Noruega, Sajonia, Polonia y Rusia. En 1700, se desató un conflicto que duraría 21 años y entraría en la historia como la Gran Guerra del Norte.
Camino hacia el fin
En 1708 el joven Carlos XII decidió invadir Rusia para acabar con el rival e imponerse como la única gran potencia en Europa. El resultado fue desastroso.
La combinación del talento bélico de Pedro el Grande, los recientes avances militares, la táctica de la 'tierra quemada' y el omnipresente frío del invierno ruso, resultó capaz de contrapesar la disciplina y el genio táctico de los suecos.
Tras algunas victorias iniciales, el Ejército sueco empezó a sufrir derrota tras derrota. Carlos XII abandonó la idea de conquistar Moscú y se retiró a las tierras de la actual Ucrania para pasar el invierno. Allí, bajo constantes ataques de las tropas rusas y sin un abastecimiento adecuado, su Ejército contaba sus días.
La catastrófica derrota en la batalla de Poltava allanó el camino hacia el fin del poderío militar y político sueco. Una docena de años (entre 1709 y 1721) tardó en materializarse la puesta del sol del Imperio sueco y el fin de una época, que los propios escandinavos hasta ahora llaman 'el período del gran poder'.
El título del Imperio lo 'heredó' Pedro el Grande para su país en 1721, tras el fin de la Gran Guerra del Norte, proclamando el Imperio ruso con capital en la recién construida ciudad de San-Petersburgo.
En este sentido, el fracaso de la invasión sueca coincide perfectamente con sus análogos históricos.
"Carlos XII no pudo predecir el destino de Napoleón e Hítler. La cuestión es otra: ¿por qué estos dos no lo pensaron dos veces antes de intentar invadir Rusia?", concluye el autor su viaje en la historia.