El hecho de que las lenguas indoeuropeas —como el inglés, el ruso, el armenio, el griego o el español— estén tan extendidas en el mundo, se debe a las migraciones de los antiguos humanos.
Hoy en día, se considera que los primeros humanos llegaron a Europa hace 40.000 años. Las huellas de estas poblaciones fueron encontradas en Rumanía y Siberia. Hasta hoy estos son los restos más antiguos del humano moderno encontrados fuera de África.
Los restos pertenecen a una población de humanos prehistóricos cuyas huellas ya no están en nuestro ADN. En otras palabras ellos no fueron los ancestros de los europeos modernos. Según señala el científico, su población puede ser considerada el primer intento fallido de colonizar el mundo fuera de África.
Esto sucedió gracias a varios factores, uno de los más determinantes era su capacidad de digerir lactosa, lo que les permitió beber leche en la edad adulta. También tuvieron mayor altura, piel blanca y, probablemente, sus organismos fueron más resistentes a la peste y a otras enfermedades, así que puede que las trajeran a Europa, lo que al final mató a las poblaciones anteriores.
Según Krause, los migrantes de la última ola hablaron los idiomas protoindoeuropeos. Otros lingüistas critican esta teoría e insisten que esta familia de idiomas se originó en Anatolia, en el territorio contemporáneo de Turquía.
Entonces el genético elaboró otra hipótesis híbrida que demuestra que las migraciones de Turquía y de las estepas se llevaban a cabo simultáneamente, pero en diferentes direcciones de Turquía al sur a través de las islas de Europa al norte de África y de la región caspia a través de Europa Central y del Este.
Krause cree que con este enfoque es posible explicar los cambios genéticos y lingüísticos que se sucedieron en aquella época. El catedrático admite que es posible que haya mucha gente que criticará esta nueva teoría, pero considera que con el paso del tiempo la comunidad científica encontrará la verdad mediante esta discusión.