"Necesitamos hacer un vídeo en este estilo y tenemos que usar tomas de Al Qaeda. [El vídeo] tiene que ser de diez minutos de duración y tiene que estar en el siguiente formato, codificado de esta manera", eran las instrucciones que recibían los creadores de las grabaciones, según Martin Wells, editor de vídeo implicado en el programa.
La distribución de los materiales se producía durante las redadas a las casas iraquís, cuando los soldados norteamericanos dejaban discos con las grabaciones falsas. Cuando alguien intentaba reproducir el vídeo, la inteligencia norteamericana podía rastrear el lugar desde el que era observado a través de internet. Según Wells, las grabaciones eran vistas no solo en Irak, sino que llegaban a Irán, Siria, e incluso a EEUU.
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Los proyectos desarrollados por Bell Pottinger, finaliza el artículo, eran de tal envergadura que debían ser aprobados por generales de alto nivel, o en muchos casos, incluso por la propia Casa Blanca.