A pesar de que un montón de películas supertaquilleras sobre catástrofes aéreas acaban con final feliz gracias al valiente pasajero que hace aterrizar el avión, la cruda realidad es que ningún viajero podría hacerlo: sería imposible incluso para los azafatos.
Tampoco los pasajeros pueden entrar en la cabina de mando, incluso en casos extremos, porque está cerrada por dentro. Hay que recordar que estas medidas de seguridad se implementaron tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en EEUU.
En el aire todo está previsto para tratar de evitar las sorpresas desagradables. Por ejemplo, para evitar la intoxicación alimentaria de los dos pilotos al mismo tiempo, para cada uno se prepara una comida diferente, pero, eso sí, de idéntico valor calórico.
Además, si uno de los pilotos quiere ir al aseo, a la cabina accede el azafato y espera allí hasta que vuelva el ausente.
"Esto se hace con el fin de evitar situaciones de emergencia. Por ejemplo, imaginemos que un piloto sale y otro se queda en la cabina, la puerta se cierra de repente y el que se quedó, de repente muere. ¿Qué hacer a continuación?", subrayó Kochemásov.
Todos los pilotos son hombres ordinarios y no tienen privilegios en la aduana. Deben cumplir las mismas reglas que otros viajeros. Y claro, al igual que otra gente, sienten cansancio y pueden quedarse dormidos durante el vuelo. Esa es la razón por la cual hay siempre dos pilotos en la cabina: para controlarse mutuamente.