Ehrlich destaca que pese a que las relaciones entre Moscú y Washington se dificultaron tras el golpe de Estado ucraniano del 2014, Rusia siempre ha sostenido que una segunda Guerra Fría es imposible.
"Aunque existan diferencias —entre las políticas de EEUU y Rusia— (…) ya no existe una lucha ideológica fundamental dividiendo el Oriente y el Occidente", aclara el académico.
Las posiciones de EEUU (apoyadas por Clinton) en las cuestiones relacionadas con Libia, anteriormente —cuando Moscú no vetó la acción militar en el país árabe bajo la promesa de no emplear la zona de exclusión aérea como disfraz para el cambio de poder forzoso, una promesa rota—, y con Siria, en los tiempos actuales, tampoco agradan a Moscú, argumenta el escritor.
Ehrlich compara las acciones de Clinton a las del expresidente estadounidense Richard Nixon, quien intentó convencer a los soviéticos de que era lo suficientemente loco como para iniciar una guerra mundial.
Mientras que las acciones de Nixon fueron un fracaso, ya que Moscú nunca cuestionó su lucidez, los analistas rusos no tienen la misma confianza en la sensatez de Hillary Clinton, considera el autor.
"Moscú prefiere a Trump, no porque lo ve como —un presidente— fácil de manipular, sino porque su agenda política coincide con la visión rusa de las relaciones internacionales. (…) Para Moscú, sólo la previsibilidad de la ‘realpolitik' —política real, basada en los intereses mutuos— puede proporcionar la coherencia y la estabilidad necesaria para una paz duradera", nota Ehrlich.
Al mismo tiempo, Clinton seguirá con sus declaraciones basadas en la noción de "moralidad" cualesquiera que sean las consecuencias. Además, tiene vínculos estrechos con la Fundación Soros, la cual es considerada una amenaza para Rusia por su papel activo en las "revoluciones de colores" en las repúblicas de la antigua URSS.
Aún ahora, durante la campaña electoral, el equipo de Clinton acusa a Rusia de intentar manipular las elecciones a través de los 'hackers rusos'. "Es una acusación grave, el tipo de acusación capaz de llevar a la presidenta Clinton a justificar una guerra con Rusia", advierte Ehrlich.