Sputnik ha hablado en exclusiva con Daria Sinítsina, traductora de este libro —quien se declara amante de autores clásicos, como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, pero también de otros escritores menos conocidos, como Lydia Cabrera y Jorge Ibargüengoitia— sobre su amor por la lengua española, las dificultades y los regocijos de traducir a escritores españoles y latinoamericanos y el futuro de la literatura hispanoamericana traducida al ruso.

Daria Sinítsina nació en Leningrado, hoy San Petersburgo, donde ha vivido toda su vida. Allí empezó a estudiar español, gracias a una vecina que le daba clases de inglés y que le ofreció escoger un segundo idioma complementario: ella se decantó por la lengua de Cervantes, que desde entonces se ha convertido en eje de su vida.
Paralelamente, como otra de muchas casualidades, la literatura latinoamericana llegó a la vida de Sinítsina.
"Mi mamá empezó a leerme 'Cien años de soledad' cuando yo todavía era bastante chica, saltando algunos episodios. Es mi libro preferido de todos en el mundo. Luego lo releí no sé cuántas veces en ruso y más tarde en español. No tuve muchos problemas al leer la versión original, porque casi me sabía de memoria la [versión] rusa".
Pero si 'Cien años de soledad' fue una lectura fácil, el encuentro con otras obras de Gabriel García Márquez en su idioma original, como 'Del amor y otros demonios' y 'Crónica de una muerte anunciada', no fue tan sencillo.
"Entendía como la mitad de lo que pasaba, pero así y todo, me quedaba fascinada".

Poco a poco, la traducción de textos en español al ruso fue ganando espacio en la vida de la traductora. Al principio eran pequeñas tareas de la universidad: traducir trozos de las 'Novelas Ejemplares' de Cervantes, por ejemplo. Después vino la participación en las antologías de traducción de literatura gallega y española que edita la Universidad Estatal de San Petersburgo, donde hoy en día Sinítsina es profesora.
"Participé en muchas de estas ediciones y, la verdad, a veces me tocaron textos malísimos desde el punto de vista literario, pero otras veces fueron obras maestras, como poemas de Rosalía de Castro o de Eduardo Blanco Amor. En todo caso, fue un tremendo entrenamiento".
Fue en la universidad, para un concurso estudiantil, donde Daria Sinítsina empezó la traducción de verdad de su primera novela: 'Tres Tristes Tigres', del autor cubano Guillermo Cabrera Infante.
"Me acuerdo que traduje el primer capítulo de 'Ella cantaba boleros', que es una de las líneas principales del argumento de 'Tres Tristes Tigres', todavía en 2003, para un concurso estudiantil de la facultad. Tuve la suerte de conocer a Alexandra Koss, una gran traductora peterburguense —en su caso es un adjetivo calificativo—, y ella leyó la traducción y me dio algunos consejos en cuanto a los cubanismos en el texto y también sobre el estilo de la narración en ruso".

'Tres Tristes Tigres', una de las grandes novelas del 'boom' latinoamericano, fue escrita por Cabrera Infante en el exilio, en Londres, con la ayuda de un mapa de la Habana que tenía colgado en la cocina de su apartamento y que le permitía recordar calle por calle su ciudad amada, esa de la que tuvo que salir por sus problemas con el régimen.
"Con 'Tres Tristes Tigres', la gran suerte es su estructura fragmentaria, porque así se te quita el miedo. Te dices, ok, voy a hacer primero 'Ella cantaba boleros', que es más tradicional, y luego veremos si me atrevo con otras partes. […] Donde pasé más trabajo fue en el episodio que parodia el estilo de Alejo Carpentier, estas proliferantes cadenas barrocas de términos arquitectónicos, interminables…".

Pero son más los momentos gratos que los momentos difíciles a la hora de traducir, asegura Sinítsina, quien viajó a la Habana para buscar esa urbe retratada por Cabrera Infante y que prácticamente se borró después de la revolución, pero cuyas huellas y ecos fueron suficientes para ayudar a la especialista, que logró situarse en otra topografía y en el habla de la gente cubana.
"Fue divertidísimo. Por ejemplo, el capítulo donde habla una muchacha que quiere ir a bailar en el carnaval y tiene una pelea con su vecina o su tía por eso. Este fragmento, si en español no se lee en voz alta, no se entiende para nada, porque Cabrera Infante imita gráficamente la pronunciación habanera, o más bien, de una guajira —campesina— que quiere hacerse habanera. En ruso no tenemos tanta distancia entre la pronunciación normativa y la coloquial, así que hubo que exagerar un poco y no sé si conseguí el mismo efecto, pero me divertí mucho".
La traducción completa de 'Tres Tristes Tigres' al ruso apareció en 2014 y, ese mismo año, Sinítsina publicó la traducción de otro libro, 'Fatamorgana de amor con banda de música', del novelista chileno Hernán Rivera Letelier. De nuevo la casualidad desempeñó un papel importante para ella.
"Una alumna mía fue a estudiar un semestre en Chile y me trajo de regalo otra novela de Rivera Letelier, 'Mi nombre es Malarrosa', que me encantó. Después me compré 'Fatamorgana' y me encantó aún más".

Pero el viaje literario por tierras chilenas no fue fácil, e intentar traer esa realidad al idioma ruso y a los lectores rusos se convirtió en todo un reto para Sinítsina.
"En 'Fatamorgana' y otros textos de Rivera Letelier, sin duda, lo más problemático es el lenguaje de las salitreras. La extracción del salitre fue una industria en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, que desarrolló un vocabulario muy especial, con un montón de terminología que no tiene análogos, por ejemplo, los nombres de cada una de las profesiones, todo lo que tiene que ver con la organización, con el movimiento sindicalista, la jerga de los mineros, hasta la noción misma de la 'oficina salitrera', sumado a los elementos dialectales del norte de Chile. Todo eso hubo que reinventarlo en ruso, porque Rivera Letelier creó con este material un universo poético y había que conservar la extrañeza, pero que sonara natural y que conservara la unidad".
Después de este paso por tierras chilenas, la traductora regresó a Cuba, esta vez de la mano de Reinaldo Arenas, quien, al igual que Cabrera Infante, fue rechazado, ignorado y maltratado por el régimen cubano.
Es así como, este mes, saldrá a la luz la traducción al ruso de 'El mundo alucinante', una de las novelas más representativas de Reinaldo Arenas, que ya ha sido incluida por varias revistas rusas en las listas de los libros más esperados del 2016.
"El efecto que produce ['El mundo alucinante'] es exactamente alucinante. Se parece a las obras de Andréi Platónov [escritor soviético del siglo XX], en el sentido de que lo lees y no entiendes cómo lo logra. Creo que eso fue lo que me atrajo. Y eso que [Arenas] lo escribió con 22 años, proviniendo de una familia campesina, sin ningún tipo de estudios universitarios, solo porque en el torbellino de la revolución aterrizó en la Biblioteca Nacional y conoció allí a los grandes maestros de la literatura cubana, que le dirigieron un poco el esfuerzo".
Por supuesto, como cualquier obra que valga la pena traducir, las dificultades no se hicieron esperar. La "anormalidad", de una manera abstracta, fue el mayor problema de Sinítsina a la hora de traducir a Arenas.
"¿Cómo poner en ruso 'y me dediqué a morir', por ejemplo? Creo que coincido con Víctor Golyshev, grandísimo traductor, que opina que podríamos atrevernos con una traducción literal, normalmente tan condenada, de esos puntos problemáticos".
Sinítsina no se imagina cuál será la reacción del público ante esta novela "alucinante", pero está segura de que siendo una narración "con muchísimo 'drive', muy cómica y de una belleza fascinante", podrá dar mucho que pensar a los lectores rusos, quienes, tal vez, como la propia traductora, lleguen a querer al personaje central de la novela.
Los trabajos de Sinítsina se unen a una tradición que, según ella, empezó con 'Cien años de soledad', que fue "un flechazo total, una revelación", y que llegó a la URSS con retraso, pero que fue un 'boom', literalmente, en la sociedad soviética.
"Creo que todavía sigue vigente la visión romántica, un poco exótica que heredamos de aquellos tiempos en la percepción de la literatura latinoamericana. Por otro lado, veo que en las redes sociales la gente pone citas de, por ejemplo, escenas eróticas de 'Fatamorgana', y eso me da mucha alegría, porque el idioma ruso carece de lenguaje para describir el sexo sin que sea una grosería ni terminología médica, y si estos episodios les han gustado a los lectores en ruso, no fue en vano el trabajo".
Para orgullo de España y América Latina, las traducciones de obras en español son de gran interés entre los lectores rusos, y Sinítsina está segura de que aparecerán, en el futuro próximo, traducciones de más y más autores hispanohablantes en ruso.