Según una encuesta realizada por el Instituto de Opinión Publica Forsa a petición del diario alemán Die Zeit, entre el 10 y el 23% —dependiendo del estado federal— de los alemanes preferiría ver en el poder a alguien como el líder ruso.
No es sorprendente, dice la nota, que entre ellos haya tantas personas que se muestren contrarias a la política actual de la OTAN. Lo que sí que resulta sorprendente es que el 30% de los seguidores de nuevos partidos emergentes como Alternativa para Alemania —AfD, por sus siglas en alemán— confíen más en el jefe del Kremlin que en su propia canciller.
Esta tendencia puede apreciarse con mayor contundencia en el este del país. Según Holger Arppe, miembro de AfD, en el este alemán aún se mantiene la necesidad de disponer de una soberanía e identidad propia y algo similar sucede en el resto de Europa.
"Al oeste de nosotros vemos naciones que se han rendido, que, embriagadas por el hedonismo y la decadencia, navegan hacia su propia desaparición. Pero en el este, en Polonia, en Rusia, en los Estados bálticos, Eslovenia y Hungría, aún encontramos que las ideas de una identidad propia son más importantes que el bienestar de los eurócratas de Bruselas. Ahí encontramos naciones para las que su propia cultura y tradiciones valen más que la imaginaria globalización, que en realidad no es otra cosa que la americanización de todo el mundo", dice Arppe.
La creciente simpatía de la que goza Putin en el país germano tiene diferentes explicaciones, concluye el artículo. Pero en lo que sí concuerdan todos, es en que, en alusión a las palabras Robert Farley, profesor de la Escuela Patterson de Diplomacia de la Universidad de Kentucky, "la política exterior alemana está determinada, en última instancia, por Estados Unidos, no tenemos más nada que decir".