La jornada comienza a las 9.00 de la mañana, cuando el Ayuntamiento empieza a repartir bollos en la plaza Mayor para que los participantes hagan acopio de fuerzas. Después, la plaza va llenándose de personas. Antes de que comience la batalla, se levanta un enorme palo cubierto de jabón en cuyo extremo se coloca un jamón para que los más valientes puedan trepar por él para hacerse con el singular trofeo.
A las once suena el disparo que anuncia el comienzo de la lucha de tomates que dura una hora. Tras la alerta, los primerizos empiezan a preguntarse por qué lado vendrá el primer camión cargado de tomates.
Entonces aparece el vehículo que se detiene unos segundos después. Desde el camión se esparce la 'munición' por el suelo. Y en aquel instante la multitud se 'arma' e inmediatamente toda la plaza se tiñe de rojo. Así, uno tras otro, van llegando cuatro camiones más hasta que suena otro disparo para anunciar el final de la batalla.
Existen varias versiones sobre la aparición de la fiesta. Según una de ellas, el origen del festival se remonta al año 1945, cuando durante el transcurso de un desfile de cabezudos y gigantes un grupo de jóvenes inició una pelea lanzándose tomates. Desde entonces, la Tomatina no ha dejado de celebrarse ningún año —aunque de manera no organizada— debido a la prohibición oficial en la década de 1960 por parte de la dictadura de Francisco Franco.
En 2015, la fiesta celebró sus setenta años con el mayor lanzamiento de tomates de su historia —150 toneladas—.
La gran popularidad de la Tomatina ya ha traspasado todas las fronteras y aficionados al festival de todo el mundo han intentado dar vida a la atmósfera de la feria en sus respectivos países. A pesar de los intentos de 'internacionalización', la Tomatina de Buñol parece irrepetible.