Los menores se dedican a la pintura y aprenden el folklore nacional. Estas clases apuntan a desarrollar sus talentos y, sobre todo, son un alivio ante la precaria situación en la que se encuentran sus familias. De momento, las clases cuentan con 30 alumnos de diferentes edades.
Zein y su hermana Zeina, quienes huyeron a Damasco desde el distrito de Baba Amr en la ciudad de Holms, cuentan a Sputnik su experiencia en estas actividades creativas.
"No puedo esperar cada día a que se inicien las clases de pintura. Me imagino sumergir las manos en pintura y luego ponerlas en el papel", confiesa el niño, a quien le gusta dibujar la casa donde le gustaría vivir. Zein no vaciló en responder a la pregunta sobre su futura profesión: "Quiero ser pintor".
Zeina también es aficionada a las artes. Más que nada le interesa la clase de origami —un arte de origen japonés que consiste en el plegado de papel sin usar tijeras ni pegamento para obtener toda clase de figuras—:
"Cuando sea grande, quiero ser doctora. Mamá prometió llevarme a la escuela el año que viene".
Una de las maestras, la psicóloga Amna Jazh explicó a Sputnik la efectividad de estas clases para la rehabilitación de los niños de las familias que han perdido a varios miembros y que se han visto obligadas a abandonar sus hogares.
"En algunos casos permitimos a los chicos recién matriculados pintar lo que les asusta o les preocupa para que el pequeño se libre del estrés y sea capaz de superar la tragedia", señaló la maestra.
Se trata del llamado método de visualización de los pensamientos inquietantes a través de una imagen. En el 90% de los casos tiene un efecto positivo y duradero, además de ayudar al psicólogo a comprender mejor lo que atormenta al niño.
