El antiguo documento de los mayas conocido como Códice Dresden describe lo que sucedía con Venus en el cielo y presenta datos sobre la duración de las fases del planeta mayoritariamente correctos. Desde los años 1930, se consideraba que la precisión de estos cálculos se basaba en las correcciones numerológicas hechas por los mayas.
Gerardo Aldana, de la Universidad de California, en Santa Bárbara, al analizar las teorías, concluyó que los científicos de este pueblo corregían sus datos vía las observaciones sistemáticas del comportamiento de Venus en el cielo. Dichas observaciones son teóricamente posibles en ausencia de dispositivos ópticos sofisticados.
Por ejemplo, una persona con una visión sumamente aguda puede contemplar las fases de Venus sin telescopio. No obstante, anteriormente no había habido ninguna información sobre las observaciones de este tipo en el pasado.
Basándose en los datos de las tablas del códice maya, las observaciones que corrigieron los ciclos calculados de Venus fueron hechas en los siglos IX-X, es decir, a finales de la época clásica de la civilización maya.
En astronomía, las fases de Venus son los cambios en la iluminación de su superficie observadas desde la Tierra —de manera análoga a las fases de la Luna—. Los primeros registros sobre las observaciones de sus fases en la astronomía occidental fueron hechos por Galileo Galilei en 1610. Se consideraba que antes de la invención de los telescopios no había habido ningún tipo de análisis sistemático de sus fases.
Las conclusiones del científico estadounidense revelan que los mayas pudieron haberse adelantado a los astrónomos europeos en unos 700 años. Si la comunidad científica acepta la hipótesis de Aldana, nuestra visión de la astronomía mesoamericana puede alterarse drásticamente.