Una supernova es una potente explosión de estrellas que se produce cuando estas llegan al final de sus vidas. Las supernovas ocurren más comúnmente en galaxias distantes, mientras que en la Vía Láctea son bastante raras —Kepler observó la última supernova en 1604—. Además, dichas explosiones generan numerosos elementos pesados que quedan diseminados por el espacio.
Un estudio llevado a cabo por los investigadores de la Universidad Técnica de Múnich y publicado en la revista científica PNAS revela cómo los fósiles pudieron recoger Fe-60, un isótopo radioactivo del hierro que no tiene mecanismos para gestarse en la Tierra y se produce en la fase terminal de una estrella.
Así, algunos científicos creen que el tipo de hierro hallado en las bacterias está relacionado con la Asociación Estelar de Scorpius-Centaurus, una acumulación de estrellas próxima al Sol. Otros, por su parte, explican el fenómeno con la actividad de micrometeoritos que podrían haber llevado el isótopo a la Tierra, indica el medio.
No obstante, los investigadores germanos indican que, a pesar de que la explosión observada por los primeros humanos sí que tuvo lugar, la desaparición de algunas especies que coincidió con la explosión de la supernova podría tener otras causas. Deducen que las estrellas no estaban ubicadas tan cerca de la Tierra como para provocar una extinción masiva, pero la radiación procedente de estas explosiones podría haber influido en el clima del planeta.