El monumento en cuestión, erigido en la plaza Litóvskaya de Lublin en 1962, fue desmontado hace un mes debido a unas obras de reconstrucción que se realizaban en esta plaza y colocado en un depósito.
Las autoridades urbanas aceptaron no devolver el monumento a su lugar de antes, pero al mismo tiempo decidieron dejarlo en Lublin, pero los activistas militares siguieron insistiendo en lo suyo, señalando que el monumento simboliza "la subyugación soviética y la interpretación comunista de la historia".
Pero en la alcaldía de la ciudad descartan la destrucción del monumento, arguyendo que "es una obra de arte que no puede destruirse" y esperan una disposición del Comité de Protección del Recuerdo de las Batallas para trasladarlo a un cementerio de la ciudad.
Como respuesta, la Sociedad Histórica Rusa instó a las autoridades polacas a abstenerse de desmontar los monumentos a los soldados soviéticos.
El canciller ruso, Serguéi Lavrov, declaró que Polonia lidera la "carrera" europea de profanación de los monumentos al Ejército Rojo.