Las estaciones óptico-electrónicas —que usan sistemas Cazador— buscan remplazar el trabajo humano del operador del sistema antiaéreo y elegir automáticamente el objetivo y la forma de atacarlo.
Para describir el rol del sistema, se puede pensar en el trabajo de un operador humano que trabaja desde tierra. A veces, los militares solo tienen varias décimas de segundo para apuntar y disparar un misil contra un blanco aéreo que se mueve a gran velocidad.
De errar en el tiro —por ejemplo, apuntando un misil con una trayectoria errónea—, el radar del proyectil falla en fijar el objetivo y el disparo resulta en vano.
Ese es el momento en el que el Cazador 'entra en acción'. Al seguir el blanco desde que ha sido descubierto hasta que es destruido, el dispositivo permite un lanzamiento preciso contra el aparato del enemigo.
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La última de sus ventajas es de especial importancia, ya que en la guerra moderna, los sistemas antiaéreos representan una amenaza real para los aviones. Por esto, se desarrollan medidas sofisticadas para aniquilar los equipos antiaéreos como detectar su señal infrarroja o bombardear sus supuestas posiciones antes de que puedan poner en peligro las aeronaves atacantes.
En este sentido, la invención de los desarrolladores rusos también protegerá a los operadores al separar el sistema de su tripulación sin perjudicar sus capacidades de combate.