Los voluntarios reciben comida, transporte, uniforme y la posibilidad de asistir gratis a una competición, aunque estos no son los principales motivos que hacen a muchos pasar largas jornadas de pie bajo el sol y en instalaciones olímpicas en muchos casos muy alejadas del lugar donde se hospedan.
Rodríguez, médico de profesión, trabaja en el centro hípico del parque olímpico de Deodoro, y confiesa que le pilló por sorpresa el trabajo que le asignaron nada más llegar: sería juez de las pruebas de saltos, con la misión de comprobar que los caballos sortean perfectamente los obstáculos: "No tenía ni idea de lo que me iba a tocar hacer, cuando me lo dijeron me pareció una responsabilidad enorme".
Muchos de los voluntarios, como en su caso, no conocieron al detalle lo que tenían que hacer hasta que llegaron al local donde iban a trabajar.
Unos acumulan cargas horarias enormes mientras que otros apenas trabajan unas horas a la semana.
"Hay muchísima gente para hacer pequeñas tareas, con ritmo de caribeño… A Los occidentales, la organización nos pone los nervios a prueba todos los días; no se puede poner un margen de llegar de una hora y media (entre 6 y 7h30) porque a las 6 estamos todos los europeos allí y los brasileños empiezan a llegar a las siete y media. Pero… No pasa nada, todo se olvida con una sonrisa, una foto todos juntos o unos abrazos", explica Raúl.
Ese espíritu optimista es compartido por Thomas Motta, otro voluntario, en este caso brasileño.
"Soy estudiante de comunicación, así que estar tan cerca de periodistas, fotógrafos, deportistas… Es algo increíble, además de la oportunidad de conocer a personas de todo el mundo, aquí en Río no estamos acostumbrados a eso", comentaba a Sputnik, en alusión al aire cosmopolita que ha invadido la ciudad en los últimos días. Aproximadamente el 60% de los voluntarios son de fuera de Río.
"He hecho una amiga que es de Kirguizistán, imagínate, entre nosotros hablamos un poco de español, y parece que nos entendemos, yo no sé ni el idioma que se habla allí, en realidad he descubierto ahora que existe ese país", decía divertido.
"Antes de las Olimpiadas para ir a la facultad tenía que tomar un bus, con unos atascos horribles, después de los Juegos podré levantarme un poco más tarde porque tendré el metro para ir directo a Barra de Tijuca", explicaba en referencia a la nueva línea de metro de 16 kilómetros que se ha construido con motivo de los Juegos y que tiene una parada, la de São Conrado, junto enfrente de su favela.