Los sordos pueden ser considerados "una comunidad lingüística en la mayoría de los casos", si bien "el 90% de los niños con sordera nacen en familias de oyentes que no saben lengua de señas, por esto es importante que concurran a la escuela de sordos porque ese es su primer contacto con su lengua", afirmó Val.
Esta corriente sostiene que si el niño aprende lengua de señas uruguaya, perjudicará el desarrollo de sus potencialidades luego de recibir el implante.
"La idea que subyace es que si aprende lengua de señas eso le va a interferir en el correcto aprendizaje del español, entonces hay que aislarlo totalmente. Esto afecta a la comunidad sorda en su totalidad, porque una comunidad que no tiene intercambio entre los sujetos que la integran desaparece", reflexionó Val.
En el lado opuesto, se encuentra la corriente del bilingüismo, que promueve que los niños concurran a escuelas de sordos y aprendan lengua de señas, a la que suscriben ambos docentes, sin que eso impida que además aprendan español.
Esta corriente busca poner la lengua de señas uruguaya al mismo nivel que el español y apoyar su aprendizaje en los primeros años del niño "como una lengua en la que pueda expresarse plenamente y que le sirva para estructurar su pensamiento y desarrollarse cognitivamente, lo que hacemos cuando aprendemos nuestra lengua en nuestra casa", argumentó Val.
"Es una lucha a nivel escolar, de los hospitales, de las prácticas médicas, también jurídico, porque si bien existen leyes que dicen que la lengua de señas es una lengua nacional, tenés otras que dicen que los sordos son discapacitados y otras que te dicen que son incapaces; son paradigmas incompatibles", afirmó Peluso.
En una comunidad pequeña y poco visible, cada sordo se integra a ella cuando habla la lengua de señas y así "viven plenamente", observó Val.
Para estos profesores los sordos tienen los problemas relativos a moverse en un mundo que oye, pero más allá de eso, en sus intercambios son personas íntegras que solo hablan una lengua distinta.