Duterte anunció recientemente que preguntaría a los líderes de Pekín por qué hay tantos ciudadanos chinos detenidos por delitos de drogas en su país.
La férrea lucha contra la droga supone un punto de unión para dos países separados por las reclamaciones territoriales y que se enfrentan a un futuro árido después del laudo arbitral que negó las reclamaciones históricas de Pekín.
"China entiende totalmente que el Gobierno filipino bajo el liderazgo de Rodrigo Duterte ha considerado como prioritaria la campaña contra crímenes relacionados con drogas", ha dicho la embajada china en Manila en un comunicado.
La embajada no hace ninguna referencia a los asesinatos extrajudiciales denunciados por las organizaciones de derechos humanos.
China se ha caracterizado también por el rigor de su lucha contra las drogas, que en las últimas décadas han resurgido entre las clases jóvenes y urbanistas.
Entre los múltiples condenados a muerte en China por tráfico de drogas en los últimos años figuran varios filipinos.
"El Gobierno chino ha sido firme y severo en el control de las drogas y en el castigo a criminales, en cumplimiento de la ley y sin atender a sus nacionalidades", continúa el comunicado.
Treinta supuestos traficantes murieron en Filipinas en los primeros cuatro días en el cargo de Duterte, quien ganó las recientes elecciones prometiendo acabar con la droga y el crimen en seis meses.
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"Va a ser una guerra sucia, va a ser una guerra sangrienta. Y no me estoy disculpando por ello. Como autoridad pública, mía y sólo mía, asumo toda responsabilidad legal", dijo entonces el presidente, quien ha animado a la población local y a la policía a matar a los criminales.