En la foto, que simboliza el llamamiento a la guerra contra Sadam Husein, aparecían, en marzo de 2003, Tony Blair, entonces 'premier', el presidente norteamericano, George W. Bush, el jefe del Gobierno español, José María Aznar, y el protagonista de esta historia, José Manuel Durao Barroso, primer ministro de Portugal y anfitrión de la llamada reunión de las Azores, las islas portuguesas ancladas en pleno Atlántico.
Durao Barroso se convirtió un año más tarde en presidente de la Comisión Europea, gracias especialmente al apoyo de su socio de guerra, Tony Blair, entonces el hombre fuerte de Europa. Barroso ejerció en ese puesto hasta 2014. Nada menos que 10 años que cubrieron la peor crisis económica vivida por Europa y el resto del mundo en las últimas décadas.
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El banco norteamericano Goldman Sachs, una de las entidades implicadas en la crisis de las subprimes que desembocaron en la crisis financiera de 2007 y que Europa, especialmente los griegos, sigue pagando, ha contratado a Barroso como presidente 'no ejecutivo' y consejero. Goldman Sachs fue también el banco que ayudó a maquillar las cuentas de Atenas para que Grecia pudiera formar parte del euro.
El nombramiento de Durao Barroso se produce pocos días después del Brexit, la salida del Reino Unido de la UE. Y no es casualidad. Goldman Sachs quiere utilizar los contactos y la experiencia de Barroso para sacar partido de la futura relación de los bancos no europeos con la UE.
En la UE no existen normas que impidan a los ex altos funcionarios trabajar para entidades sospechosas de colusión con los intereses comunitarios. Nunca los dirigentes europeos se han preocupado de poner por escrito las mínimas normas éticas que empañen la imagen de las instituciones europeas ante la opinión pública a la que representan y que les paga sus salarios. Ahora, muchos ponen el grito en el cielo. Parlamentarios socialistas europeos, tan culpables como los demás por negligencia, piden ahora que se retire la pensión que recibe Barroso (cobraba más de 30.000 euros al mes). No serán seguidos ni por sus propios líderes en los países respectivos.
En un momento en el que muchos políticos se quejan en Europa del alza del populismo y que definen así, entre otras razones por no afrontar el hartazgo de los ciudadanos ante la corrupción, la falta de ética y el afán de acumular beneficios individuales, la UE, a través de su exmandatario, ofrece otro ejemplo de indiferencia ante el sentir de sus administrados.
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Durao Barroso, ahora a las órdenes de Goldman Sachs, fue un líder de la UE que hizo todo lo posible para debilitar la institución ante el empuje del librecambismo auspiciado por Tony Blair. Fue él quien convenció a sus colegas de entonces de negociar el tratado de libre comercio con Estados Unidos (Tafta), que ahora enciende la llama, o una de las llamas, del euroescepticismo.
Pero no es el único. Nelly Kroes, holandesa, excomisaria europea encargada de la competencia y, después, de nuevas tecnologías, fue contratada, en mayo pasado, también por otra empresa norteamericana, Uber, la controvertida compañía que ha puesto en pie de guerra a todos los taxistas de Europa.
El empeño norteamericano para acabar con las normar de regulación del mercado europeo obtiene con Barroso y Kroes dos elementos valiosos. A costa de la debilidad política de la UE y de su falta de firmeza sobre asuntos de ética. De las instituciones públicas europeas a la empresa privada norteamericana. Unas puertas giratorias sin necesidad de pasaporte.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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