La idea de combinar las mejores propiedades de un coche y un avión en un mismo transporte fue planteada por primera vez por el constructor estadounidense Glenn Curtiss, que en 1917 elaboró un híbrido entre un aeroplano y un coche, el así llamado AutoPlane. Sin embargo, durante la prueba, el novedoso proyecto solo consiguió realizar un par de elevaciones, según informa el periódico ruso Vzglyad. Otro proptotipo, el llamado Aerocar, fue desarrollado por Molton Tailor y recibió el nombre de Modulo I. Este artilugio realizó su primer vuelo en diciembre del año 1949 y el 'coche' se parecía más a un avión capaz de moverse por las carreteras que a un auténtico aeromóvil. A lo largo de su historia, se efectuaron seis modificaciones distintas en el invento, pero al final no logró prosperar y tuvo que ser cancelado por su elevado precio y por las disputas sobre qué aspecto tenía que tener el aparato.
Tuvo que pasar casi un siglo para que el entorno tecnológico del ser humano cambiara lo suficiente como para que se volviera a plantear de nuevo la idea de crear un coche que fuera capaz de volar como un avión.
El presente
Hasta la fecha, tan solo dos empresas —la estadounidense Terrafugia y la eslovaca Aeromobil— han conseguido buenos resultados en este campo. Sin embargo, sus inventos aún se parecen más a una aeronave capaz de desplazarse por las carreteras que a un híbrido.
Pese a estos avances, la imagen de un coche surcando los cielos como un pájaro continúa viva en muchas personas. Actualmente, el desarrollo de este tipo de transporte se ve obstaculizado por varios problemas que no solo están relacionados con su elevado coste —se calcula que diez veces mayor que el de un vehículo normal—.
Algunos expertos consideran que la expansión de los aeromóviles podría tener como consecuencia un aumento considerable de la contaminación ambiental dado que gracias a la ventaja de poder evitar los atascos, podrían ser una opción más atractiva que el transporte público.
Además, el uso masivo de aparatos voladores aún no puede ser absorbido por la infraestructura de transporte actual. Para el despegue del coche, un conductor tendrá que contar con, como mínimo, una pista. Eso significa que, solo en EEUU, su uso podría requerir la apertura de 5.000 aeropuertos de aviación general.
El segundo problema está vinculado con el tamaño de los modelos ya existentes en el mundo, que son bastante grandes. La longitud de estos aeromóviles alcanza los 6 metros y la anchura, con las alas extendidas, llega a los 2,3. Aunque estas características no les impiden moverse libremente por las autopistas, estos vehículos sí que podrían tener dificultades para transitar por carreteras secundarias.
La empresa japonesa Toyota ya había tratado de solucionar este problema al proponer un modelo con las alas instaladas en el techo de la carrocería, pero el diseño propuesto tenía como inconveniente que se reducía la fuerza de las alas inferiores.
El viento es el otro 'gran enemigo' con el que tropiezan los prototipos existentes como el Transition y el Aeromobil. Durante el vuelo, si se producen condiciones meteorológicas adversas, ambos aparatos tienen ciertas dificultades para mantener la estabilidad.