El informe del Ministerio Público indica que Urquía tenía más de 20 heridas punzo-cortantes en la cabeza y cuerpo, además de golpes, añade La Tribuna.
Urquía era una activa militante en la defensa de los bienes comunes de la naturaleza y los derechos indígenas, y luchaba en contra de la construcción de la represa hidroeléctrica Aurora I en San José.
El miércoles por la mañana, la activista salió de su casa en bicicleta y, al no regresar a la hora habitual, su familia salió a buscarla.
La Policía hondureña baraja tres posibles hipótesis por las que Urquía podría haber sido asesinada y que estarían más ligadas a la criminalidad común que afecta al país centroamericano que a un asesinato por ser una activista con liderazgo local.
La primera es que no hubiera pagado algún soborno del que habría sido víctima; la segunda, que tuviera problemas con algún pleito por herencia familiar, mientras que la tercera sería el robo de la bicicleta, según informa La Tribuna.
En los últimos meses en Honduras no han cesado los asesinatos de activistas y ambientalistas.
Cáceres intentaba proteger el territorio de las comunidades indígenas lencas del proyecto de la empresa DESA, que pretendía construir una central hidroeléctrica en el noroeste de Honduras.
Tan solo 12 días después del crimen de Cáceres fue asesinado Nelson García, destacado miembro del Copinh.
Datos de otras organizaciones no gubernamentales estiman que entre 2010 y 2015 fueron asesinados en el país centroamericano 109 ambientalistas.