¿Cómo podía Omar Mateen seguir trabajando en una empresa de seguridad? ¿Habían sido actualizados los controles psicológicos que le realizaron en 2007 antes de ser contratado?
Desde el punto de vista político y económico es más rentable decir que este suceso es un terrible caso de extremismo islámico y de homofobia —el club en cuestión era frecuentado por gais—, que lo es indudablemente.
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Pero, en realidad, la matanza de Orlando esconde un mal mucho más profundo. La masacre está directamente relacionada con el desproporcionado número de armas de fuego que pululan por la geografía de EEUU, consecuencia de una legislación aberrante basada en tradiciones anacrónicas que es defendida por una asociación muy poderosa.
Y eso ocurre porque la tenencia de pistolas y fusiles está constitucionalmente amparada por la Segunda Enmienda aprobada el 15 de diciembre de 1791. Esa norma autoriza la creación de una milicia "bien ordenada" y otorga al pueblo el derecho a "poseer y portar" armas.
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Hace más de 200 años eso podía tener hasta cierto sentido, porque por aquel entonces los patriotas estadounidenses luchaban contra la metrópoli británica. Pero ahora ese deseo del siglo XVIII se ha quedado completamente trasnochado. En cualquier caso, tener un revólver en la mesilla de noche se ha convertido en algo natural en EEUU y las películas de Hollywood se encargan muy a menudo de recordárnoslo. Las armas se han integrado en la sociedad norteamericana como si fueran otro inocuo bien de consumo, con sus accesorios y campañas publicitarias.
El propio Omar compró el fusil semiautomático AR-15 —que sí necesita un permiso de armas— gracias a su empleo como agente de seguridad. Lo triste es que el FBI le investigó en 2013 y 2014 por "posibles vínculos con terroristas" y llegó a interrogarle, pero archivó su dossier por falta de pruebas. ¿No fueron negligentes los agentes de la Oficina Federal de Investigación?
En este contexto de extrema permisividad, el margen social para actuar es tan estrecho que quienes aborrecen la NRA y sus consignas hacen campaña para prohibir la venta de fusiles como el AR-15 —que no es un arma deportiva, ni de caza, sino de guerra—, pero no meten en el mismo saco las pistolas que también matan a inocentes.
Otro debate que ha resurgido tras la matanza de Orlando es que estas armas largas son ahora más eficaces para los terroristas que los tradicionales artefactos explosivos, difíciles y peligrosos de ensamblar y producir.
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La NRA es culpable contumaz pues se opone de forma continuada a la prohibición de la venta de rifles de asalto y eso está siendo aprovechado por el Estado Islámico para concentrar el adiestramiento de sus “soldados” en el manejo de estas mortíferas máquinas. La Asociación porfía que estos actos criminales no son suficientes para limitar las libertades individuales de los portadores de armas. En otras palabras, anteponen esa garantía al derecho fundamental a la vida. Otro disparate. "Gracias NRA", titulaba el tabloide neoyorquino Daily News en su portada del 13 de junio, un día después de atroz hecho, y de esa manera se hacía eco de un debate aún muy tibio allí.
Los amantes y defensores de las armas tienen tanta influencia entre la clase política estadounidense —especialmente en las filas del Partido Republicano— que ésta les complace o se doblega ante ellos. La NRA es probablemente el 'lobby' más poderoso en Washington, la capital mundial de los grupos de presión. Y eso es mucho poder. Demasiado.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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